Translate

viernes, 14 de agosto de 2015

Hablemos de Salud Mental






Cuando tenía como ocho años, tuve una visión que me causó mucho susto durante un tiempo. Cada vez que me acostaba en el suelo, tenía miedo de que el piso se abriera y me tragara y que jamás sería capaz de salir.

Encontrarme sola en un lugar me causaba mucho miedo. Perderme, en la actualidad, es uno de mis peores miedos.

Recuerdo que cada vez que escuchaba la canción de "En el Bosque de la China", les prometo, se me erizaban los vellos del brazo porque me daba -todavía- mucho miedo el solo imaginarme perderme en un lugar desconocido.

Puedo decir, sin mucho orgullo por delante, que hasta la fecha conservo esa parte de mí. Me da mucho, MUCHO miedo perderme. Le tengo miedo a las películas como El Viaje de Chihiro o los libros como Alicia en el País de las Maravillas, porque son obras que tienen como línea argumental una pérdida. A mí eso me revuelve el estómago. Me da mucho, mucho miedo.


Pero, ¿Qué pasa cuando te pierdes en un lugar conocido?

¿Qué sucede cuando te pierdes en ti mismo/a?




Desde que era pequeña, me sentía diferente. Sabía que era diferente, pero no estaba segura si esto era algo relativamente bueno para mí o para los demás. Hoy en día, continuo averigüándolo, pero debo admitir que no tengo los mejores hábitos.

Mi salud mental está casi tan deteriorada como mi salud física.

Vengo de una familia excesivamente deportiva. Muchos tíos, tías, primos y primas hacen ejercicio. Mi madre y mi padre eran excelentes en los suyos y aunque mi hermana y yo aparentemente heredamos esa facilidad en los juegos deportivos de mi padre, hubo poca información entorno a nuestra salud mental.

Claro, se nos inculcó que debíamos mantener una salud física impecable, porque el cuerpo era nuestro templo y chalalá chalalá.

¿Y nuestra mente?

La gente a nuestro alrededor olvidó decirnos que la mente también debía mantenerse sana.



No es queja, de ninguna manera lo es, es una anécdota, así que no me malentiendan por favor.

Cuando era niña, el estrés que mi pobre cuerpo soportaba se incrementaba con el paso del tiempo. Esto trajo consecuencias: Sufrí de onicofagia, yo creo, como por doce años, más o menos. Mi cuero cabelludo se resecaba, mi piel se agrietaba y se ponía roja y mi tic nervioso en las piernas no mejoraba.

Mis padres hicieron lo que pudieron: Me llevaron con un dermatólogo. Me compraron uno y miles de champús para detener la resequedad y la caída del cabello. Y siempre me llamaban la atención cuando me estaba mordiendo las uñas o moviendo las piernas de una manera descontrolada sin darme cuenta.

¿Se ocuparon por averigüar qué era lo que me causaba eso? No.

Mis padres estaban más ocupados en lidiar con las consecuencias de mi problema de estrés y ansiedad, no con mi verdadero problema.

Viví así, durante mi infancia y adolescencia, creyendo que era normal sentirme así. Creyendo que era normal sudar en frío cuando una situación me causaba ansiedad, de la nada. Creyendo que era normal tener verdaderos dolores de estómago cada vez que me ponía nerviosa ante una situación aparentemente "insignificante". Creyendo que era normal despertarme en medio de la madrugada en un ataque de pánico porque no sabía lo que estaba haciendo, porque tenía miedo. Creyendo que era normal encontrarme con un montón de cabello en mi cepillo en épocas de éxamenes o simples semanas escolares. Creyendo que era normal morderme las uñas siempre que tenía que hacer algo que me sacara de mi rutina.

Viví con la creencia de que vivir estresada, angustiada y asustada era normal y que todos vivían así.

No era así.





Soy una persona calmada -salvo cuando me hacen enojar- y podemos decir que está en mi naturaleza ser pasiva en cuanto a mis situaciones privadas. Paso mucho tiempo sola y lo prefiero así. Me gusta ser así y aunque estoy consciente que es una alegría superficial, eso ha impedido que lo más oscuro y pesado de mi ser me desborde como residuos de una fosa séptica.

Cuando iba en mi último año de preparatoria, todos estaban muy ocupados por planear sus futuros. Yo ciertamente no lo pensaba demasiado y decía: Si pasa, qué bueno, y si no, pues también.

De verdad que no me preocupaba demasiado en ello y sin embargo, algo dentro de mí se revolvía muy inseguro.

Total que tomé un curso en la escuela para elegir una carrera acorde a mis gustos y capacidades y el resultado salió que debía estudiar algo "humanista". Algo como servicio social o parecidos...

like, what the fuck?

Mi familia no veía con buenos ojos el hecho de que yo quería dedicarme en cuerpo y alma a escribir, así que contrataron a la psicóloga familiar para que a mi hermana y a mí nos aplicara un examen de aptitudes laborales y esas cosas.

Mi resultado fue que debía estudiar letras y entonces todos me dieron luz verde.

Demasiado tarde, porque yo ya había hecho examen, ya había sido aceptada en una carrera totalmente diferente a lo que ya habían planeado para mí.

Para tratar de persuadirme, me sacaron una cita privada con la psicóloga y entonces, durante esas dos horas, me di cuenta de muchas cosas.

Para no hacer largo el cuento, terminé llorando lo que no había llorado en años. Terminé hablando de lo que no había podido hablar en años. Terminé desahogándome como lo había necesitado, tanto tiempo atrás.

También me di cuenta de que no estaba bien. Quiero decir, tenía salud física y estaba muy sana, en mis medidas ideales, tenía dinero, internet, cable, comida en mi refri, una casa, una cama, mis películas y libros, mis amigos, mis novios...

Pero no estaba bien. Por dentro, no lo estaba.




No me da pena admitir que tengo desórdenes mentales. No me da pena admitir que a veces no puedo con eso. No me da pena admitir que necesito ayuda.

Pero sí me da pena admitir, que tuve ciertos prejucios y tabúes que son muy conocidos. Las enfermedades, desórdenes mentales están turbo estigmatizadas en este país, en esta sociedad.

Vemos a las personas con problemas de depresión y por dentro pensamos: ¿Cómo puede tener depresión, si está en facebook todo el día?

¿Cómo puede tener ataques de pánico, si tiene un chingo de dinero?

¿Cómo puede tener problemas de ansiedad, si tiene una pinche novia guapísima que lo ama un montón?

¿Cómo puede...*inserte cualquier problema/enfermedad/desórden*  si... aparentemente tiene una vida perfecta?


¿CÓMO PUEDE?

Pues, así. Puede y punto. No es algo que elijan.

Pero nosotros sí elegimos ser unos cabezas huecas insensibles al menosvalidar lo que sienten.




-"Vamos, no estés triste. No puede ser tan malo"-

-"Ay, mira, todos los problemas tienen solución"-

-"¿Has intentado salir a pasear y dejar tu cama?"-

-"Sólo buscas atención a partir de sentirte miserable"-

-"Cálmate, no pasa nada"-

-"Relájate, es sólo..."-


Todos hemos dicho esas oraciones. Todos hemos actuado como unos imbéciles ignorantes.


No, esto  no se arregla así.

Tal vez para ti no sea la gran cosa reprobar un examen, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa entrar a una habitación llena de personas, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa salir de tu rutina, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa haber perdido a tu mascota, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa salir a la calle a enfrentar la vida, pero para esa persona sí.

Nosotros no sabemos lo que sucede en las cabezas ajenas y nunca deberíamos juzgar lo que sienten los demás. Porque está mal, porque no es cúl, porque eso es no tener madre.

Esto es más profundo y no debemos etiquetar a nadie por ello. Esto de las enfermedades/desórdenes/problemas mentales les suceden a cualquiera. Nadie está excento, por mucho que comas vegetales y hagas ejercicio con regularidad.


No menospreciemos los sentimientos ajenos, porque todos los sentimientos son importantes -LO APRENDIMOS EN "INTENSA-MENTE"/ "INSIDE-OUT"-. Es importante sentirnos desesperanzados, es importante sentirnos tristes, es importante sentirnos enojados, es importante sentirnos asustados, es importante sentirnos nerviosos, es importante sentirnos tranquilos, es importante sentirnos alegres. Es el conocimiento de lo blanco y lo negro, lo que nos ayuda a distinguir entre las millones de gamas de colores que existen. Es necesaria la tristeza para conocer la alegría.

Pero cuando un sentimiento perdura por mucho tiempo, es algo que nos debe ocupar.


La salud mental es un asunto que a todos nos concierne. Es algo que se está volviendo muy problemático en nuestra sociedad y estos problemas se están esparciendo como fuego en hierba seca.

Los indíces de depresión, estrés y ansiedad se están disparando y no sólo en países pobDIGO tercermundistas, como México -sorry, pero lo es-, sino en países de élite, en potencias mundiales, esto también está ocurriendo.

Es alto el porcentaje de depresión en adolescentes en Estados Unidos.

Es altísimo el porcentaje de suicidios en Japón.

Estas cosas deben ser habladas y tratadas como tal, como algo importante y no como un tabú.


Mucha gente tiene mal concepto de estas.

Cuando nos hablan de depresión, nos imaginamos a una persona echada en su cama y que sólo se dedica a llorar.

No.

Una persona con depresión puede ser desde una niña de segundo de secundaria, hasta una madre de familia de una posición económica estable, pasando por un anciano recién jubilado que está disfrutando de vacaciones con su esposa.

No son sólo nuestros propios prejucios y estereotipos lo que nos impide ver con claridad. También es nuestra manera de sentir lo que nos afecta.

Muchos creen que no tienes depresión hasta que te la diagnostican y yo les pregunto:... ¿No tienes diabetes hasta que te la diagnostican?


Las enfermedades/problemas/desórdenes mentales son como cualquier otra enfermedad:

Puedes tenerla y no darte cuenta.


¿Y entonces qué esperamos para tratarnos? ¿Hasta que de verdad estemos en el borde de nuestro límite o cuando ya no se pueda hacer nada?



Hay mucha gente que se siente culpable.

Yo, de vez en cuando, me siento culpable de sentirme triste porque sé que tengo una buena vida. Sé que estoy mejor que muchos.

Pero a veces no puedo evitar sentirme triste y no hay una razón en concreto. ¿De acuerdo?

La culpa es mala, en estos casos. Nadie se busca esto. Nadie se lo merece -tengo dudas al respecto, pero ok-

Puedes tener la mejor vida de todas. Puedes ser la Emma Watson, la persona más perfecta, con la vida más perfecta y los sueños más perfectos... pero aún así estas cosas pasan. Y eso no es algo malo. Simplemente pasa y ya. Tal vez es orgánico o tal vez es algo psicológico. En todo caso, atendernos es lo más factible y sano.


Mis problemas de estrés, ansiedad y trastornos del sueño no me hacen mejor o peor persona. Mis tendencias depresivas no me hacen más o menos interesante.

Porque yo soy más que esto. Yo soy más que mis problemas y mis consecuencias. Lo soy.

Y tú también lo eres.



Dando por concluido este post, me gustaría agregar:


Son situaciones de la vida que todos vamos a enfrentar. Algunos más, algunos menos.

Y así sea que tengas a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, a tus parejas, a tus compañeros, a extraños por internet, recuerda siempre esto:

NO ESTÁS SOLO/A.




Recordemos que depende de nostros que esta sociedad se abra más. Que las personas que están pasando por esto no se sientan juzgadas, y por el contrario, haya una mayor comprensión respecto al tema. Creánme, esto es más común de lo que piensan. Seguramente has pasado por esto antes y lograste salir. Demostremos un poco de compasión y solidaridad por aquellos que todavía estamos en las mismas.

Y así no sientan la necesidad de esconderse para visitar el psiquiatra/psicólogo, que no sientan la culpa de hablar de sus problemas con sus seres queridos, que no se sientan mal por sentirse como se sienten.



No hay comentarios:

Publicar un comentario