Translate

viernes, 7 de agosto de 2015

Diosito y Yo




Tema polémico, se sugiere discresión. Si leíste el título, ya te imaginarás de qué se trata. Si eres suceptible a este tipo de temas, no lo leas. No te conviene. No te hará bien. Y en lo personal, no me interesa.



Recuerdo cuando tenía 8/9 años. Iba a una escuela pública (Sí, amiguitos, yo estuve en escuelas públicas) y por las tardes, algunos días de la semana, iba a una iglesia a recibir clases de catecismo. Me preparaba para mi primera comunión.

Me sentía emocionada; no tanto porque fuese a tomar la primera comunión, sino porque estaba acompañada por mi hermana, mi prima paterna, y tres primos maternos. Todos juntos la haríamos y eso era emocionante.

Recuerdo con claridad ése salón escondido de la Iglesia: Sólo una vez tomé clases ahí, pero eso bastó para marcarme: El salón era amplio, con largas paredes pintadas de un rojo casi vino. Los azulejos eran baratos y amarillos, que le daban un contraste extraño a las bancas de madera falsa que la Iglesia usaba. Al fondo había una gran mesa, ya saben, de ésas que usan los padres en misa. Y colgando del techo había una gran cruz, con un Yisus sangrante con cara de dolor y cabello falso.

Me bastó una vez para mirarlo y de verdad, les prometo, sentí miedo.

Tenía miedo de que un en ese momento, Yisus bajara de la cruz y ante la mirada atónita de todos, nos gritara de cosas: nos dijera que éramos una bola de idiotas y que nos iríamos al infierno.

Durante esa clase de hora, hora y media, no quité la mirada del Yisus, vigilándolo que no fuera a abandonar su puesto.

Claro, en mi mente infantil, el hecho de que un objeto innanimado cobrara vida no me preocupada en lo más mínimo: Tenía más miedo al juicio de un objeto innanimado.



Entre mis recuerdos más alejados y cubiertos de telarañas, está este gracioso hecho: Recuerdo que cada comunión era un poco como una tortura porque casi siempre me terminaba ahogando. Estaba tan segura de que Yisus de verdad estaba en la hostia, que tenía mucho miedo de romperla en mi boca, porque era como destruir su cuerpo. No podía destruir el cuerpo del hijo de Diosito. No podía. Diosito jamás me lo perdonaría y no podría vivir con ello, así que cada comunión era sacar la lengua, tener la hostia ahí esperando a que se disolviera y esperaba a que el rollito que hacía con ella en mi cavidad bucal no me costara el paraíso.

Vivía con esos miedos. Y eso no fue todo. Hubo más.



Comencé a crecer y desde niña me enseñaron que enojarme estaba mal. Que sentir rencor estaba mal. Que estar triste estaba mal. Que envidiar a alguien estaba mal. Que desearle el mal a alguien estaba mal. Que codiciar las cosas estaba mal.

Que no podía ni debía hacer uso de mi cuerpo al 100%, porque no era mío. Que no podía hacer uso de mi mente, porque no era mía. Que mi vida no era mía y que por consiguiente, todo lo bueno -y lo malo- que viniera en mi futuro, no era mío.

Todo eso le pertenecía a Diosito.



¿Y yo?

Yo nada más vivía, bajo lo que ellos me decían.  Y así lo hice. Viví con miedo, porque nada era mío. Nada me pertenecía. Ni siquiera yo misma era mi dueña. Fue una situación un poco difícil, porque en el fondo de mi corazón, en el fondo de mi corazón infantil, lleno de ingenuidad, idealismo y honestidad, yo no estaba de acuerdo. Yo no pensaba lo que ellos pensaban.


Veía a mis padres tan convencidos de que nos iríamos al infierno si no íbamos con regularidad a misa. Veía a mis tíos tan convencidos de que nos iríamos al infierno si "maldecíamos" el nombre de Diosito. Veía a mis tías regocijarse de orgullo cada vez que alguien de mis primos lograba un ritual católico.


Pero siempre estuve inconforme con eso. No podía ser verdad. Me rehúsaba.


Crecí y comencé a prestar más atención a lo que decían los padres, en misa.

"Honrrarás a tu padre y a tu madre", no importando cuando si se equivocaban, no importando si te lastimaban, no importando nada. Debías obedecer y no cuestionar.

"No codiciarás los bienes ajenos", porque no tienes oportunidad de conseguirlo. Acostúmbrate a lo que tienes. Aprecia lo que tienes. No desees más, no codicies lo que otros tienen, porque ellos lo tienen bien merecido y tú no.

"No mentirás", porque la mentira es dañina, siempre hace daño y ése es su propósito final. Dañar. No lo hagas.

"No robarás", ni siquiera en tu momento de más necesidad, ni siquiera por un buen fin, porque el fin no justifica los medios y te cortarán las manos. Robar está mal. Siempre está mal.

"No consentirás pensamientos ni deseos impuros", porque está en contra de Diosito, porque está mal, es morboso, es sucio y no es divino. A Diosito no le gusta, es más, le da asco.

"Amarás a Dios por sobre todas las cosas", aunque no lo conozcas, aunque sus seguidores te hagan dudar de su existencia por la hipocresía de sus actos, aunque no entiendas nada, aunque te nieguen todo, aunque sea. Amarás a Dios por sobre todas las cosas y si acaso algo te hace más feliz que Dios, siéntete culpable y mal, porque irás al infierno.




Sí, todo eso.


Sé bueno. Sé puro. Sé perfecto. Sé divino.

no seas humano.




Es eso. Eso nos plantean, no tienen argumentos para negármelo. Es eso.

La religión -sin señalar a una en particular- se ha construido alrededor de la ridícula creencia de que el humano no es suficiente, que tiene defectos y por tanto, se debe reprimir esa parte.

Se reprime la naturaleza. Se reprime todo lo que nos hace humanos.

Y no creo que esté bien.


Cuando tenía 10 años, me hicieron sentir mal porque me enojaba y me peleaba con mi hermana. Cuando tenía 12 años, me hicieron sentir mal porque había besado a un niño "en la boca".
Cuando tenía 14 años, me hicieron sentir mal porque deseaba tener el celular de mis compañeros.
Cuando tenía 16 años, me hicieron sentir mal porque guardaba condones en mis gabetas, por si acaso.
Cuando tenía 18 años, me hicieron sentir mal porque apoyaba lo que "está mal", lo que era "prohibido".


Ahora, que tengo 20 años, me hacen sentir mal por lo que soy. Porque tengo dudas. Porque cuestiono. Porque argumento. Porque tengo sentimientos, tengo impulsos, tengo deseos, porque tengo sueños y porque no voy por donde ellos me dicen que vaya.


Y durante la mitad de mi vida, me hicieron sentir mal conmigo misma. Me hicieron sentir como una extraña en mi propia piel, una extraña en mi propia mente. Me hicieron sentir como una muñeca, sin sentimientos ni deseos, que sólo seguía a un gran titiritero, según lo que ellos decían.

Todo lo bueno me haría bien, y todo lo malo me haría bien. No debía cuestionar nada. No debía buscar nada. No debía sentirme triste, no debía enojarme, no debía gritar, no debía luchar.

En pocas palabras, no debía ser humana.

Porque ser humana y su naturaleza, estaban horriblemente mal. Y Diosito me mandaría al infierno, directo y sin escalas.





Y quise ser buena. Por amor a todo, mis padres son TURBO religiosos -católicos-, toda mi familia es religiosa de alguna manera. Católicos y cristianos de hueso colorado. Tengo una tía monja. Mis parientes tienen amigos padres. Fui a escuelas religiosas durante la mayor parte de mi educación.
Mis amigos eran católicos. Todo a mi alrededor me gritaba: RELIGIÓN- DIOS- PARAÍSO- INFIERNO- PECADOS- BIEN Y MAL- RELIGIÓN- Y PORQUE LO DIGO YO, QUE SOY EL REPRESENTANTE DE DIOS AQUÍ.


Realicé los rituales, como ellos me lo indicaron. Me vestí como ellos me lo indicaron. Obedecí lo que ellos me indicaron. Me aprendí y recité lo que ellos me indicaron. Leía lo que ellos me indicaron. Viví como ellos lo indicaron.


¿Pero saben qué?


Jamás creí en lo que ellos me indicaron.





Leía la biblia -un best seller, por cierto- y me reía. Me horrorizaba y me reía.

¿Cómo es que pueden estar en contra de la "homosexualidad", cuando aprobaban la esclavitud? ¿Cuando los matrimonios eran compuestos por esposo, esposa, críadas, esclavas, concubinas, viudas, etc?

¿Cómo es que podían venerar a la vírgen María como la madre del salvador, pero por dentro despreciar a María Magdalena?

¿Cómo podían jactarse de venerar a una mujer, cuando en muchos de sus capítulos se trataba de reprimir a la mujer, ser tratada como objeto, sin voluntad ni sentimientos, como una incubadora de bebés, como un mueble más, como una criatura malvada y de la más baja clase?

¿Cómo podían decir que Dios era amor, pero que si te encontraban "adorando" a una imagen, a un dios falso, a un ídolo, Diosito te iba a mandar al infierno porque es celoso y malvado?


¿Cómo pretendían enseñarme el perdón, cuando Diosito destruyó Sodoma y Gomorra por su estilo de vida?

¿Cómo pretendían que creyera en eso de que Yisus era un hippie sin dinero que iba de casa en casa, instanto a los demás a deshacerse de sus cosas para seguirlo, cuando las iglesias estaban construidas de materiales carísimos y los autos de los padres eran del año?

¿CÓMO?


¿Cómo esperaban que yo creyera en un Dios "justo y misericordioso", que me enviaría al purgatorio -en el peor caso, al infierno- si no vivía como él mandaba?

¿Cómo podían esperar que yo creyera que Dios rechazaría a sus hijos por ser lo que son, por querer lo que quieren, por pensar lo que piensan, por desear lo que desean?

¿Cómo pretendían que yo creyera -y adorara- a un Dios que no aceptaría mis defectos, que no entendería mis sentimientos, que no me amaría a mí tal como soy?


¿Cómo pretendían que yo creyera en un Dios amoroso, cuando sus seguidores se dedicaban a predicar odio, prejuicio, regar la ignorancia, de condenar las vidas ajenas por ser diferentes?


No podía. No puedo.


Y no podré.


Y lamento si decepciono a mis padres. Lo lamento si decepciono a mi hermana. Lo lamento si decepciono a mis tíos, tías y primos. Lo lamento si decepciono a mis amigos. Lo lamento si decepciono a mis compañeros. Lo lamento si decepciono a mis fans.


Pero no voy a pedir perdón por lo que soy.







Muchos, a estas alturas de la vida, sé que me tachan de atea. Se sorprenden cuando les comento que usualmente acompaño a mi papá a misa y eso. Se sorprenden cuando se enteran que estuve en escuelas religiosas. Se sorprenden cuando me ven leyendo la biblia o hablando de esto.


Pero no.

Yo no soy atea.

No soy católica.


Yo soy espiritual.


Creo en un Dios. Sé que existe un Dios. Hablo con un Dios. Sigo lo que Dios me dicta. Agradezco a Dios. Me desahogo con Dios. Me enojo con Dios. Amo a un Dios.

Pero ese Dios es mío.


Ese Dios no entra en ninguna categoría, porque lo que conozco no alcanza a describirlo.


Mi Dios no juzga a los homosexuales. Al contrario, celebra el amor, porque el amor no tiene ni género, ni posición socio-económica, ni raza, ni capacidad diferente, ni religión, ni idioma ni nada. Amor es amor.


Mi Dios no juzga a los ateos, así como a los fanáticos. Al contrario, mi Dios acepta las diferentes maneras de ver la vida. Cada quien se hace cargo de la suya como mejor le plazca y mi Dios lo entiende.

Mi Dios no juzga a la ciencia. Al contrario, Dios apoya la ciencia. Dios está ahí, viendo lo que hacen, esperando que avancemos. Dios cree en la ciencia y la ciencia cree en Dios.

Mi Dios no juzga a las personas diferentes: Ni a los solteros, divorciados, ni a los tatuados, ni a los discapacitados, ni a los huérfanos, ni a los trans, ni a nadie.

Mi Dios no juzga. Mi Dios no señala. Mi Dios no observa.

Mi Dios ama, perdona y entiende. Es todo.

Mi Dios no se mete en vidas ajenas. No va por la vida dando a las personas al azar túmores para "que aprendan una lección".

Mi Dios abraza, mi Dios escucha y mi Dios acepta.


No hay condición, no hay pago, no hay nada.


Porque soy su familia y Dios es mi familia.


Se acabó. No hay misterio. No hay segundas intenciones. No hay error humano.


Dios no quiere que yo sea perfecta. Dios no espera que yo nunca me vaya a enojar, ni que vaya a desear cosas malas, ni que vaya a vivir mi sexualidad con quien se me dé la gana, ni que vaya a desear algo, ni que vaya a ser codiciosa, ni que vaya a sentirme triste, insatisfecha, ni que vaya a dudar, ni que vaya a no creer.

Dios espera que yo sea yo. Lo que soy, lo que he trabajado para ser.

Dios espera que sea útil, y que viva con mi familia. Con esta humanidad, con esta fauna, con esta flora, porque ellos son mi familia y Dios espera que vivamos como familia.

Dios espera que viva como humana, con todo y mi naturaleza. Sin negar lo que hay dentro de mí.


Porque no está mal que me enoje. No está mal que sienta envidia, celos. No está mal que tenga ganas de tener sexo con alguien. No está mal que me enamore de una mujer. No está mal que me tatue. No está mal que aborte. No está mal que me cambie de religión. No está mal que no tenga religión. No está mal que me case con una persona de otra raza. No está mal que me divorcie. No está mal que viva.

Es la naturaleza, carajo.

Ir en contra de la naturaleza es ir en contra de Dios, porque Dios hizo a la naturaleza.




Y no voy por la vida echándole mis problemas a Diosito, esperando a que me los resuelva. No voy por la vida echándole la mierda del mundo, esperando que la limpie. No voy esperando que me dé las cosas en las manos.

No.


Conozco gente que simplemente se dieron por vencidos con creer en Diosito porque "hay maldad en el mundo".

"Si existiera Dios, debería detener la maldad en el mundo. No debería permitir que sucedan cosas malas".


Así que básicamente es hacer responsable a Dios por lo que los humanos hacen, ya sea en su nombre o no.

Dios no los abandonó.

Tú y yo lo hicimos.




En mis ilusas divagaciones infantiles, siempre que iba a la iglesia -no miento, todavía la última vez que fui a San Pio X con mi familia- deseaba que Yisus, el de la cruz, el de la estatua, se bajara de ahí, y con una metralleta en mano resolviera por fin los problemas del mundo.

Me encantaba la idea de que Yisus apareciera, que Diosito apareciera aquí y nos dijera todo lo que hacíamos mal; que nos diera varias opciones para solucionar los problemas mundiales y que se fueran.

Pero eso no va a pasar.

¿Saben por qué?

Porque no es problema, ni de Yisus ni de Diosito.

So knock it off, buddies.



De verdad que si estás esperando a un Dios que te recoja y se haga cargo de tu mierda, mejor no busques a un Dios. Búscate a una sirvienta o algo.





Como conclusión, mi opinión sobre la vida, sobre Diosito y la muerte, es casi la misma:

Cada quien vive como mejor le parezca. Cada quien construye la vida y la muerte como lo desea. Cada quien encuentra a Dios como le plazca.

No creo en la existencia de un Dios universal, porque seamos sinceros, qué horror compartir una divinidad con Hitler. Qué horror compartir algo con Hitler, qué asquito.

Pero sí creo en mi Dios. En el que yo he construido, el que he encontrado. Y vive dentro de mí.


No como una representación de un alimento, no como una casa elegante ni como un libro o un retrato pintado.

Vive en mí.

Veo a Dios en todos lados.

Cuando abrazo a mis amigos, abrazo a Dios. Cuando veo las cosas hermosas, como un atardecer, una tormenta, o la cara de Anna Kendrick, veo a Dios. Cuando escucho a un bebé llorar, veo la sonrisa de Dios. Cuando escucho a viejitos reír, escucho a Dios reír. Cuando escucho la música que llega a mi corazón, escucho a Dios. Cuando leo un buen libro, entiendo a Dios.

Dios está en todas partes.


El chiste es encontrarlo.






Pd1: Como les dije, cada quien cree en lo que mejor le convenga, así que si lees esto y decides seguir siendo ateo, está bien. Si eres feliz así, yo también voy a ser feliz.

Pd2: Yo no vengo a imponer mis creencias, sólo vengo a compartiles mi opinión. Es decisión personal tomársela en serio o no.

Pd3: Así como yo respeto y rara vez me burlo de los credos ajenos, se pide lo mismo. O no.

Pd4: Más información sobre mi Dios personal: www.búscateunavidayencuéntralotú.com.




No hay comentarios:

Publicar un comentario