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miércoles, 26 de agosto de 2015

Feliz Regreso A Clases (¿O No?)



...


FELIZ REGRESO A CLASES, AMIGUITOS.

Es miércoles. Son las once de la noche y ya estoy pensando en cómo suicidarDIGO EN HACER MI TAREA.

Con tanto cansancio que siento, ya hasta se me había olvidado que hoy era miércoles de blog (Recuerden que todo agosto escribí dos veces por semana)

Entonces, vamos a nuestro tema de hoy, que es la escuela...






A contrario de lo que se cree popularmente, yo no odio la escuela. Para nada.

¿Me fastidia entrar tan temprano -bueno, durante mi educación básica-? Sí.

¿Me fastidia que me entierren de pura tarea en poco tiempo? Sí.

¿Me fastidia que no respeten mi integridad como persona orgullosamente introvertida? Sí.

¿Me fastidia seguir órdenes sin un motivo aparentemente bueno? Sí.

¿Me fastidia tener que convivir con seres humanos a los que aborrezco seriamente? Sí.

Pero no es la escuela en sí lo que me fastidia; es el sistema.

Voy a ser un poco más clara con respecto a eso:


El sistema que me hace sentir como una inadaptada social, como una completa idiota, es la misma que me inutiliza y me ridiculiza. Punto.

No es en sí la escuela. No es en sí los maestros. No es en sí la materia. Es el sistema el que está mal.




Aunque claro, tampoco voy a hacerme de la vista gorda y decir que no es solo eso. El sistema está mal, pero la gente que lo sigue está aun peor.

Es un estrés constante, y sé que no soy la única que lo ve así. Así que ahora, a mis tiernos y dulces 20 años, estando en mi 3er año de la carrera, sigo sin disfrutar de mi vida escolar. ¿Por qué?

El sistema está construido para la generalidad de la población, para el ideal de la población. Y yo turbo obvio disto un montón de la estudiante ideal.

Soy introviertida por naturaleza.
No me gusta seguir órdenes.
Soy una persona auditiva.
Y mis habilidades "que destacan" no son precisamente las más útiles o más bien, son las que empleo menos en la escuela.


Debido a todo eso, me he sentido como una extranjera desde mi primer año de preescolar. Y por favor, no digan que soy la única, no puedo creer que soy la única que se siente así.




En contraparte con la bola de inutilidades (no sé si exista la palabra, pero recuerden que yo tengo esta tendencia de inventarme palabras) que nos quieren meter en la cabeza este sistema mal organizado, lo cierto es que mis experiencias con los maestros no han sido los mejores.

Ya conocen mis malas historias. Hay muchas historias que pasan desapercibidas. Y las pocas buenas historias, son de las que quiero tomar motivación e impulsarme.

A mis 20 años, en mi 3er año de la carrera, puedo contar con mis manos los maestros que de verdad me han inspirado a aprender, a seguir, a estudiar, a mejorarme a mí misma, para mí misma y por mí misma.

No a base de amenazas. No a base de miedo. No a base de intimidación. No a base de lástima. No a base de nada.

Nada más que el amor por la vida y el conocimiento que existe.






Podrán recriminarme: "OMG, MARIANA, TÚ SIEMPRE TE ESTÁS QUEJANDO DE TODO Y DE TODOS MODOS TE VA BIEN"..

Y yo me reiré, porque ese ni siquiera es mi punto.

Sí me quejo.
Me va relativamente bien.

Pero eso no va a cambiar mucho, ¿eh? Ni yo con mis quejas voy a mover al sistema hetero-patriarcal opresivo en el que estamos, ni yo con mis buenas notas voy a encajar en él. Punto.


Mis quejas se basan en mis observaciones. No las hago al aire y no las hago por nada. Las hago porque las siento, porque me incomodan y porque quiero hacerlas.




Mis "buenas notas" no borran los momentos de estrés y ansiedad que vivo. (Imagínense esa presión en alguien que YA tiene problemas de estrés y ansiedad. Verdaderamente cruel e inhumano).

Mis "buenas notas" no borran las veces que fracasé y me sentí la peor idiota de la vida, porque todos mis compañeros podían hacer algo que yo no entendía.

Mis "buenas notas" no borran los bajones de autoestima que sufrí debido a que mi valor personal lo atribuía a un par de números en una hoja de papel.

Mis "buenas notas" no borran los momentos de verdadera humillación que pasé debido a una bola de "maestros" insensibles e incapaces.

Mis "buenas notas" no me van a borrar las pesadillas que tuve, las noches de insomnio que pasé y las lágrimas de ira que derramé por mi vida escolar.

 Mis "buenas notas" no van a borrar las veces que me sentí atacada moralmente por ser obligada a "participar más", cuando soy una persona introvertida por naturaleza.

O sea, personas del mundo natural, habemos introvertidos que estamos bien sin hablar, eso no quiere decir que no estoy aprendiendo, carajo. Hay más formas de calificarme. Busquen algunas. Acóplense a mi paso. Respeten mi integridad individual, maldición.









Nuevamente, no es contra la escuela.

Me gusta ir a la escuela.

Además de que se me ocurren unas ideas loquísimas estando ahí, convivir con alguien más me hace ser mejor humana o algo así. No saben lo nerviosa que me había puesto cuando había comenzado a hablarle a mis muebles.

Me gusta ir a la escuela, porque aprendes un montón de cosas padres. No sólo en el ámbito científico, sino también de tus compañeros y/o maestros o demás personal.

Me gusta ir a la escuela.


No me malentiendan. A mí me encanta aprender. Siempre quiero estar aprendiendo y preguntando y escuchando y viendo y leyendo y escribiendo y creando y descubriendo.

Pero lo cierto es que mi paso por la escuela ha sido todo, menos eso.

Es depresivo, de verdad, pensar que en la escuela es el último lugar en donde yo pudiera escribir algún cuento o algo. Es el último lugar en donde yo pudiera leer un libro sin sentirme juzgada o interrumpida. Es el último lugar en donde yo pudiera investigar algo diferente. Es el último lugar donde yo pudiera crear algo. Es el último lugar en donde yo podría preguntar algo.

Porque, vamos a ser honestos, la escuela dejó de ser escuela y se convirtió en una fábrica creadora de mentes cuadradas, almas ahogadas y voluntades rotas.

Me da miedo.

Siento que convivo con zombis.

Me siento en The Walking Dead y eso que ni siquiera me gusta ese programa.




Pero en fin.

Supongo que está en mis manos cambiar tanto como pueda y que cuando acabe mi preparación y esté frente a un grupo, hacer de su experiencia escolar la más grandiosa experiencia enriquecedora que encuentren, que puedan imaginar.

Para que en un futuro, no estén pensando cada quince días, en abandonar la escuela y buscar un plan b.

Justo como yo suelo hacer cuando siento que no doy más.



Lo bueno es que me queda sólo un año, así que ya es poco. Se irá rápido. Y tengo fe en que sabré encontrar las cosas buenas por encima de las malas.

Y si no pasa, que mejor me pase una oruga por encima -mejor no, qué asquito-, que me parta un rayo en dos.


"Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación."

Mark Twain, escritor estadounidense. 

-Les recomiendo mucho Tom Sawyer de Mark Twain, es genialísimo-


viernes, 21 de agosto de 2015

#FueElEstado




Me muevo por las emociones, amiguitos. No soy analítica ni fría ni razonal. Soy impulsiva, tengo sangre caliente corriendo por las venas y no me detengo a pensar en si lo que estoy haciendo va a tener alguna consecuencia negativa.

Pienso con la mano en el corazón y no sé si esto sea bueno o mal. No importa. No es el tema de hoy.

Sinceramente, no sé qué tipo de condición médica padezco que hace que me importe en exceso todo a mi alrededor, incluso cosas sobre las cuales no tengo ningún tipo de poder.

No está bien que me exprese así, pero ciertamente no sé qué sea. Pienso que es una condición médica, porque no todos son así -por mucho que yo desearía que lo fueran-; como sabrán -o no-, siempre me ha gustado leer y soy buena leyendo básicamente cualquier tipo de cosa y entre mis artículos favoritos está el periódico. Me gustaba mucho leer el periódico, me gustaba leer los reportajes, las columnas de opinión, las noticias,  -en particular, me gusta mucho leer a Catón, se los recomiendo mucho- pero eso obvio me abría los ojos a las grandes y horribles cosas que sucedían en mi ciudad.

Que si mataron a tal muchachito en un asalto, que si un accidente en carretera acabó con la vida de una familia completa, que si una balacera interrumpió una fiesta, que si una pelea de bandas acabó en tres muertos, que si una inundación, que si equis o ye cosa.

Y obvio, me llenaba de ira, de tristeza, de impotencia. Y de ganas de arrancarles la cabeza a todo ser viviente en el planeta. Pero no estaba bien. Nada justifica la violencia. No puedo ganar la guerra con más guerra. No puedo. No se puede.

Entonces, lo que derramó el vaso fue el secuestro -y aparente asesinato- de 43 ESTUDIANTES.

Estudiantes de una escuela normal rural.

Sí, SIMPLES ESTUDIANTES DE UNA COMUNIDAD RURAL.



Como es mi naturaleza, me emputé.

Turbo obvio me enoja cuando hay balaceras o que asesinan gente los narcos y eso, pero muchos dicen que esas personas no son random, sino que ya son cuentas por pagar o esas cosas. Bueno, todavía entiendo eso -no lo acepto, pero lo entiendo-

Pero truncar la vida de estudiantes, de civíles, de inocentes NUNCA SERÁ ACEPTABLE. NUNCA.




Pero vamos, ¿quién soy yo y qué podría hacer? Tenía entonces 19 años. Iba en mi segundo año de la carrera. Tenía cero poder social/dinero/influencias. ¿Qué podía hacer para que la gente pudiera escucharme? ¿Qué mensaje podría dar con mis pocos recursos al gobierno de decir que NO VOY A ACEPTAR NI UNA MIERDA MÁS? 


Hay cosas que no tienen límites, entre ellas:  Mi admiración hacia Stephen King. Mi fascinación por la música de Lauren Aquilina. Mi eterno amor a Winnie The Pooh y mi ridiculez.

Mi ridiculez no tiene límites.

Lo cual terminé aprovechando.

En un arranque de ira, y de frustración, tomé dos hojas blancas de papel, con un plumón les escribí frases y posteriormente me dispuse a pegármelas al pecho y a la espalda con seguritos. Y así salí a la calle. Desde salir de mi casa hasta regresar, así anduve por la calle, con mis letreros.

Y sí, ustedes dirán: "OMG, MARIANA, ESO ES RIDÍCULAMENTE ESTÚPIDO" y yo diré: "¿Y QUÉ?"

Lo es. Lo era. Fue algo ridículo.

¿Pero saben qué? NO PENSABA QUEDARME CON LOS BRAZOS CRUZADOS.


Sacaba el tema tanto como podía, entre mis amigos, entre mis compañeros, entre mi familia. Pero de verdad parecía que a casi nadie le importaba.

Y eso me enojaba más.

¿Cómo diablos es que no te van a importar? ¡Son nuestros hermanos, son hijos, son amigos, ES NUESTRA GENTE!

Estaba decepcionada de la mayoría. Cada vez que sacaba el tema, alguien lo esquivaba, lo cambiaba. Los maestros no nos hablaban de esto. Mis padres se callaban sus quejas. Mis amigos preferían dejarme hablando sola.

Pero yo no soy como ellos, no soy como ustedes. A mí no me puede NO importarme las cosas. No sé cómo le hacen algunas personas, pero no puedo, por más que lo he intentado. Ser indiferente es una de las muchas cosas en las que soy un fiasco. No puedo. No puedo.

Y no quiero.

Anduve así por dos semanas. 

La gente se me quedaba mirando en el transporte. A mis amigos les parecía gracioso. La gente se reía. La gente me detenía para preguntarme y/o decirme cosas. Mis papás se rieron mucho los primeros tres días, pero después se preocuparon. A mi hermana le di vergüenza pero después se llenó de orgullo. 

A mí en lo personal no me molestaba la clase de respuesta que obtenía. Sí, se reían de mí, lo sé, sí, me veían como si fuera un bicho raro, lo sé, sí, me veían con cara de lástima, lo sé.

Pero eso era lo que yo quería, ¿Saben? No iba a poder predicarles nada, porque no sabía nada. Pero quería que sintieran algo. Quería despertar algo de emoción en sus almas frías. Quería recordarles, todos los días, lo que había sucedido. 

Quería que supieran que yo no estaba conforme, que yo no me iba a cruzar de brazos.

Quería que supieran que a mí sí me importaba.

Y como es inevitable, hubo muchas palabras y muecas burlonas.

Un profesor se atrevió a decirme: "ellos ya están muertos". Ese profesor se atrevió a decirme -en pocas palabras- que ellos se lo tenían bien ganado. Se atrevió a suponer/puntualizar la manera en que eran manejados.

Otro profesor se atrevió a preguntarme frente a todos mis compañeros la razón de mis cartelones. Ese profesor me felicitó, aludiendo que era bueno que a alguien le importara ese tipo de cosas.

Mis padres se preocuparon mucho por mí. Decían que ya estaban muertos. 

Mis tíos se conmovían por mi acto, pero me decían que ya estaban muertos y que si no lo estaban, casi era preferible que lo estuvieran.

Y todos los días me destruía un poco el hígado por dentro, gracias a mi enojo. Estaba furibunda. Estaba turbo molesta. 

¿Saben qué fue lo peor?

Que ni siquiera fueron los narcos o alguna bola de bandidos ni maleantes.

Fue el estado.

Fueron los policías.

Fueron los militares.

Esa gente que juró proteger al pueblo, es la misma que hizo todo esto. 

¿Bajo órdenes? Lo que sea. Siempre hay otras opciones. 

¿Renunciar a tu humanidad por un estúpido trabajo que te permite vivir apenas bajo el mínimo?

De verdad que son imbéciles y no se puede así, cabrones. No se puede.


Pero, dentro de todo lo malo, hubo un rayo de luz: La gente comenzó a despertar, por todos los rincones del país. Y se comenzaron a manifestar.

Para bien o para mal, el gobierno supo que el pueblo no aguantaría más viviendo así.

Yo estaba emocionada porque mi escuela haría una marcha. -se habían tardado, eh- Estaba súper emocionada, porque veía a gente tan comprometida en esto como Fany o Karli o Dianis. Veía a la gente.

Mis amigos de otras escuelas ya habían hecho algo. Y yo estaba emocionada por salir a la calle y gritar al cielo que no soportaría más mierda. Que 43 vidas no serían en vano. No lo serían.

Y entonces me cayó un balde de agua fría al ser testigo de lo inevitablemente humano.

Compañeros que tenían "miedo". Compañeros que "no les importaba porque ellos se lo habían buscado". Compañeros que preferían irse a pasear por ahí que ir a la marcha.

De verdad.

Y yo estaba como:


Se entiende que tengas miedo. No se trata de no tenerlo. Se trata de tomar tu miedo y convertirlo en poder, en fuerza.
No se trata de que "como a mí no me pasa, no me importa". Se trata de que somos hermanos todos y debemos cuidarnos los unos a los otros.

Pero si de verdad careces de una esencia humana tan básica, de verdad, de verdad, de verdad en buenísima onda te lo digo:

La selección natural va a venir por ti. 


Intenté no escuchar sus argumentos, porque aunque respetables, de verdad no eran respetables.

No puedes pedir algo que no das y de eso me encargué que lo tuvieran en mente. No podrías pedir ayuda porque tú no la dabas. Y si no te importaban los problemas ajenos, nadie se preocuparía por ti.



¿Resolví algo con la marcha? No.
¿Resolví algo con mis ridículos carteles? No.
¿Resolví algo desahogándome por tuiter? No.
¿Resolví algo sacando el tema en todos lados e incómodando a todos? No.

¿Resolví algo por preocuparme tanto y haciéndome bolas en mi propia mente, haciendo miles de planes que jamás sería capaz de llevar a cabo? No.

No, no resolví nada.

Hasta la fecha, hoy, 21 de agosto, viernes a las 9:34 de la noche, siguen sin encontrarlos.

Y en el lapso de tiempo, han sucedido cosas igual de terribles, como la matanza en la narvarte, en el DF. Siguen habiendo miles de víctimas por la delincuencia organizada. Siguen habiendo miles de víctimas por la incompetencia del gobierno. 

Y seguirán.

Así va a ser, si no hacemos algo. Si no nos unimos.



Pero si no estamos unidos, téngalo por seguro: NOS VAN A MATAR POR SEPARADO.




Hay opiniones divididas y por supuesto, no podemos tener un verdadero poder revolucionario hermoso por sí solo porque nunca faltan aquellos seres humanos que quieren imponer su ideología -en este caso, política, añadiendo partidos y/o políticos-; no se trata de eso.

No se trata de decir que Morena y el Peje tienen la solución. No se trata de extrañar el Pan en el estado. No se trata de echarle la culpa al capitalismo. CARAJO.

Son vidas. Son personas. Estamos hablando de NUESTRA PROPIA FAMILIA.

¿Quieren seguir viviendo así o peor, en los próximos 30 años?

ok.

Que no te importe tu país. Sigue estudiando y sigue con tu vida. Haz lo que ellos dicen que deberías hacer. Que no te importe nadie más que tu vida. Sé feliz.

Algo sí te aseguro:

Tienes el país que te mereces.

Y como habemos personas -muy pocas- dispuestas a luchar y perder nuestros cuellos en ello, no ganaremos. No así.

Entonces, mi plan de irme de este país se vuelve cada vez más tentador, cada vez más cercano.

Yo no soy ningún chivo expiatorio ni ninguna salvadora ni ninguna nada. Nada.

Tengo 20 años. Sigo sin poder ni influencias ni nada. Sigo sin tener dinero. Sigo sin tener nada más que buenas intenciones y el mundo no se arregla con buenas intenciones.

Así que prefiero irme.

No me voy a quedar en un país que no me quiere, que no quiere mis ideas, que no le importa que me importe. No me voy a quedar en un país que me va a dejar muriendo sola.

No.

Lo siento.

Tal vez eso es bueno para ustedes, pero para mí no.



Este post no es un llamado de auxilio. No estoy esperanzada a que Diosito vaya a arreglar nuestros problemas. Tampoco a que un grupo de mexicanos extraños vaya y se la haga de jamón al presidente. No.

Tampoco es una queja de mi interminable lista de quejas.

No es una anécdota, ni un cuento con moraleja. Hoy no les vengo a dar una opinión, un consejo ni nada.

Sólo quise escribir esto, porque de verdad estoy harta.

Estoy harta de tener miedo cada vez que salgo de noche. Estoy harta de que viva con la preocupación de que a mis padres les vayan a hacer algo. Estoy harta del miedo que tengo por mis amigos cada vez que salen de sus casas. Estoy harta de vivir asustada de mi propia gente. 

Estoy cansada de estar aterrada. De vivir aterrada en mi propio país. De mi propia gente. De mis propias cosas.

Yo sólo voy a preguntar:

¿Qué estás esperando?

¿A que violen a tu hermana? ¿Que secuestren a tu padre? ¿Que asalten a tu madre? ¿Que extorcionen a tus amigos? ¿Que te confundan con un narco y te maten?

¿De verdad estás esperando a que esa gente te destruya, poco a poco, para acabar contigo para siempre?

Tristemente, si eso sucede, será en vano. 


¿Vas a permitir que todo lo que ha sucedido, todas las muertes, todo el dolor, todas las lágrimas, toda la sangre que ha corrido, sea en vano?

Si tu respuesta es afirmativa, hazme el grandísimo favor de salir de mi vida. Créeme, no me interesa quién seas -A menos que seas Ale o Ángel-, te quiero fuera de mi vida. No mereces ningún tipo de lazo conmigo ni con alguien.

Si tu respuesta es negativa...

Por favor, dime cómo detener todo esto.



Si tuviera la certeza de que con mi muerte algo para bien cambiaría, no dudaría ni un segundo.

Porque nos merecemos un mejor país. Lo merecemos.


Y gobierno, si leen esto por alguna bizarra razón y se sienten amenazados por una joven mujer de 20 años cuya voz puede ser silenciada con un manotazo, vaya que de verdad son patéticos y me dan asco.

Lamento que esto no sea un post de esperanza o inspiracional. A veces pierdo la esperanza. A veces pierdo la fe.

A veces sólo quiero morirme y que todos se mueran.

Termino este post turbo mega largo porque cuando me estaba bañando me golpeé la cabeza tan fuerte que me dieron ganas de vomitar y voy a ver si ya me muDIGO si no me abrí o algo. Buenas noches.


Por favor, no duden en ser valientes.

El mundo es de los valientes.

Los cobardes... ustedes se pueden morir a la chingada bye.





miércoles, 19 de agosto de 2015

Cuando Te Sientes Tan Mal Que Ni Escribir Quieres







Pues eso.


En estos últimos días, me parece que desde el domingo, he tenido que soportar chingadera tras chingadera y pues estoy cansada de tanto enojarme y de tanto llorar y de que me importen tanto las cosas.

No sé cómo dejar de tener sentimientos. No sé cómo evitar que estas cosas me pasen, porque siempre me pasan. No es la primera vez y de verdad estoy harta.


¿Estoy dando un mensaje equivocado?

Contéstenme algo, queridos lectores:

¿Se siente placer cuando juegan con sentimientos ajenos? Si es así, ¿POR QUÉ CARAJOS ME ELIGEN A MÍ?

¿Qué es lo que ven en mí que les hace pensar que es buena idea hacerlo?

Porque, aunque no lo crean, soy un ser humano más en este planeta. Lloro, me enojo, me enamoro y golpeo paredes como cualquier persona más.
Sí, probablemente me paso de ingenua y estúpida.

Supongo que ahí tengo la respuesta.

Pero, carajo, NO LO HAGAN.

Es una putada. Se siente horrible, No lo hagan, por favor, ni a mí ni a nadie más.

Tal vez un día pueda publicar de estos problemas y mis conclusiones, pero lo cierto que es sigo sintiéndome mal conmigo misma y me siento tan humillada y me siento tan estúpida que lo único que quiero hacer es abrir un hoyo en el suelo, meterme, ponerme en posición fetal y llorar hasta que algo brote de mis lágrimas.

Es poco probable que lo haga, porque ya casi es mi regreso a clases.




Carajo, ojalá todos se mueran :'(


Por otro lado, tengo un nuevo corte y zapatos negros nuevos, así que espero que eso me ayude a salir adelante.

Ok, bye.



Lo lamento por aquellos que esperaban leer una entrada decente.

Lo lamento por mí misma porque esto demuestra el cero profesionalismo que tengo.

Pero ojalá que de verdad se los coma un pitón o algo :'(


Ok, sale, bye, hasta el viernes.


viernes, 14 de agosto de 2015

Hablemos de Salud Mental






Cuando tenía como ocho años, tuve una visión que me causó mucho susto durante un tiempo. Cada vez que me acostaba en el suelo, tenía miedo de que el piso se abriera y me tragara y que jamás sería capaz de salir.

Encontrarme sola en un lugar me causaba mucho miedo. Perderme, en la actualidad, es uno de mis peores miedos.

Recuerdo que cada vez que escuchaba la canción de "En el Bosque de la China", les prometo, se me erizaban los vellos del brazo porque me daba -todavía- mucho miedo el solo imaginarme perderme en un lugar desconocido.

Puedo decir, sin mucho orgullo por delante, que hasta la fecha conservo esa parte de mí. Me da mucho, MUCHO miedo perderme. Le tengo miedo a las películas como El Viaje de Chihiro o los libros como Alicia en el País de las Maravillas, porque son obras que tienen como línea argumental una pérdida. A mí eso me revuelve el estómago. Me da mucho, mucho miedo.


Pero, ¿Qué pasa cuando te pierdes en un lugar conocido?

¿Qué sucede cuando te pierdes en ti mismo/a?




Desde que era pequeña, me sentía diferente. Sabía que era diferente, pero no estaba segura si esto era algo relativamente bueno para mí o para los demás. Hoy en día, continuo averigüándolo, pero debo admitir que no tengo los mejores hábitos.

Mi salud mental está casi tan deteriorada como mi salud física.

Vengo de una familia excesivamente deportiva. Muchos tíos, tías, primos y primas hacen ejercicio. Mi madre y mi padre eran excelentes en los suyos y aunque mi hermana y yo aparentemente heredamos esa facilidad en los juegos deportivos de mi padre, hubo poca información entorno a nuestra salud mental.

Claro, se nos inculcó que debíamos mantener una salud física impecable, porque el cuerpo era nuestro templo y chalalá chalalá.

¿Y nuestra mente?

La gente a nuestro alrededor olvidó decirnos que la mente también debía mantenerse sana.



No es queja, de ninguna manera lo es, es una anécdota, así que no me malentiendan por favor.

Cuando era niña, el estrés que mi pobre cuerpo soportaba se incrementaba con el paso del tiempo. Esto trajo consecuencias: Sufrí de onicofagia, yo creo, como por doce años, más o menos. Mi cuero cabelludo se resecaba, mi piel se agrietaba y se ponía roja y mi tic nervioso en las piernas no mejoraba.

Mis padres hicieron lo que pudieron: Me llevaron con un dermatólogo. Me compraron uno y miles de champús para detener la resequedad y la caída del cabello. Y siempre me llamaban la atención cuando me estaba mordiendo las uñas o moviendo las piernas de una manera descontrolada sin darme cuenta.

¿Se ocuparon por averigüar qué era lo que me causaba eso? No.

Mis padres estaban más ocupados en lidiar con las consecuencias de mi problema de estrés y ansiedad, no con mi verdadero problema.

Viví así, durante mi infancia y adolescencia, creyendo que era normal sentirme así. Creyendo que era normal sudar en frío cuando una situación me causaba ansiedad, de la nada. Creyendo que era normal tener verdaderos dolores de estómago cada vez que me ponía nerviosa ante una situación aparentemente "insignificante". Creyendo que era normal despertarme en medio de la madrugada en un ataque de pánico porque no sabía lo que estaba haciendo, porque tenía miedo. Creyendo que era normal encontrarme con un montón de cabello en mi cepillo en épocas de éxamenes o simples semanas escolares. Creyendo que era normal morderme las uñas siempre que tenía que hacer algo que me sacara de mi rutina.

Viví con la creencia de que vivir estresada, angustiada y asustada era normal y que todos vivían así.

No era así.





Soy una persona calmada -salvo cuando me hacen enojar- y podemos decir que está en mi naturaleza ser pasiva en cuanto a mis situaciones privadas. Paso mucho tiempo sola y lo prefiero así. Me gusta ser así y aunque estoy consciente que es una alegría superficial, eso ha impedido que lo más oscuro y pesado de mi ser me desborde como residuos de una fosa séptica.

Cuando iba en mi último año de preparatoria, todos estaban muy ocupados por planear sus futuros. Yo ciertamente no lo pensaba demasiado y decía: Si pasa, qué bueno, y si no, pues también.

De verdad que no me preocupaba demasiado en ello y sin embargo, algo dentro de mí se revolvía muy inseguro.

Total que tomé un curso en la escuela para elegir una carrera acorde a mis gustos y capacidades y el resultado salió que debía estudiar algo "humanista". Algo como servicio social o parecidos...

like, what the fuck?

Mi familia no veía con buenos ojos el hecho de que yo quería dedicarme en cuerpo y alma a escribir, así que contrataron a la psicóloga familiar para que a mi hermana y a mí nos aplicara un examen de aptitudes laborales y esas cosas.

Mi resultado fue que debía estudiar letras y entonces todos me dieron luz verde.

Demasiado tarde, porque yo ya había hecho examen, ya había sido aceptada en una carrera totalmente diferente a lo que ya habían planeado para mí.

Para tratar de persuadirme, me sacaron una cita privada con la psicóloga y entonces, durante esas dos horas, me di cuenta de muchas cosas.

Para no hacer largo el cuento, terminé llorando lo que no había llorado en años. Terminé hablando de lo que no había podido hablar en años. Terminé desahogándome como lo había necesitado, tanto tiempo atrás.

También me di cuenta de que no estaba bien. Quiero decir, tenía salud física y estaba muy sana, en mis medidas ideales, tenía dinero, internet, cable, comida en mi refri, una casa, una cama, mis películas y libros, mis amigos, mis novios...

Pero no estaba bien. Por dentro, no lo estaba.




No me da pena admitir que tengo desórdenes mentales. No me da pena admitir que a veces no puedo con eso. No me da pena admitir que necesito ayuda.

Pero sí me da pena admitir, que tuve ciertos prejucios y tabúes que son muy conocidos. Las enfermedades, desórdenes mentales están turbo estigmatizadas en este país, en esta sociedad.

Vemos a las personas con problemas de depresión y por dentro pensamos: ¿Cómo puede tener depresión, si está en facebook todo el día?

¿Cómo puede tener ataques de pánico, si tiene un chingo de dinero?

¿Cómo puede tener problemas de ansiedad, si tiene una pinche novia guapísima que lo ama un montón?

¿Cómo puede...*inserte cualquier problema/enfermedad/desórden*  si... aparentemente tiene una vida perfecta?


¿CÓMO PUEDE?

Pues, así. Puede y punto. No es algo que elijan.

Pero nosotros sí elegimos ser unos cabezas huecas insensibles al menosvalidar lo que sienten.




-"Vamos, no estés triste. No puede ser tan malo"-

-"Ay, mira, todos los problemas tienen solución"-

-"¿Has intentado salir a pasear y dejar tu cama?"-

-"Sólo buscas atención a partir de sentirte miserable"-

-"Cálmate, no pasa nada"-

-"Relájate, es sólo..."-


Todos hemos dicho esas oraciones. Todos hemos actuado como unos imbéciles ignorantes.


No, esto  no se arregla así.

Tal vez para ti no sea la gran cosa reprobar un examen, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa entrar a una habitación llena de personas, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa salir de tu rutina, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa haber perdido a tu mascota, pero para esa persona sí.

Tal vez para ti no sea la gran cosa salir a la calle a enfrentar la vida, pero para esa persona sí.

Nosotros no sabemos lo que sucede en las cabezas ajenas y nunca deberíamos juzgar lo que sienten los demás. Porque está mal, porque no es cúl, porque eso es no tener madre.

Esto es más profundo y no debemos etiquetar a nadie por ello. Esto de las enfermedades/desórdenes/problemas mentales les suceden a cualquiera. Nadie está excento, por mucho que comas vegetales y hagas ejercicio con regularidad.


No menospreciemos los sentimientos ajenos, porque todos los sentimientos son importantes -LO APRENDIMOS EN "INTENSA-MENTE"/ "INSIDE-OUT"-. Es importante sentirnos desesperanzados, es importante sentirnos tristes, es importante sentirnos enojados, es importante sentirnos asustados, es importante sentirnos nerviosos, es importante sentirnos tranquilos, es importante sentirnos alegres. Es el conocimiento de lo blanco y lo negro, lo que nos ayuda a distinguir entre las millones de gamas de colores que existen. Es necesaria la tristeza para conocer la alegría.

Pero cuando un sentimiento perdura por mucho tiempo, es algo que nos debe ocupar.


La salud mental es un asunto que a todos nos concierne. Es algo que se está volviendo muy problemático en nuestra sociedad y estos problemas se están esparciendo como fuego en hierba seca.

Los indíces de depresión, estrés y ansiedad se están disparando y no sólo en países pobDIGO tercermundistas, como México -sorry, pero lo es-, sino en países de élite, en potencias mundiales, esto también está ocurriendo.

Es alto el porcentaje de depresión en adolescentes en Estados Unidos.

Es altísimo el porcentaje de suicidios en Japón.

Estas cosas deben ser habladas y tratadas como tal, como algo importante y no como un tabú.


Mucha gente tiene mal concepto de estas.

Cuando nos hablan de depresión, nos imaginamos a una persona echada en su cama y que sólo se dedica a llorar.

No.

Una persona con depresión puede ser desde una niña de segundo de secundaria, hasta una madre de familia de una posición económica estable, pasando por un anciano recién jubilado que está disfrutando de vacaciones con su esposa.

No son sólo nuestros propios prejucios y estereotipos lo que nos impide ver con claridad. También es nuestra manera de sentir lo que nos afecta.

Muchos creen que no tienes depresión hasta que te la diagnostican y yo les pregunto:... ¿No tienes diabetes hasta que te la diagnostican?


Las enfermedades/problemas/desórdenes mentales son como cualquier otra enfermedad:

Puedes tenerla y no darte cuenta.


¿Y entonces qué esperamos para tratarnos? ¿Hasta que de verdad estemos en el borde de nuestro límite o cuando ya no se pueda hacer nada?



Hay mucha gente que se siente culpable.

Yo, de vez en cuando, me siento culpable de sentirme triste porque sé que tengo una buena vida. Sé que estoy mejor que muchos.

Pero a veces no puedo evitar sentirme triste y no hay una razón en concreto. ¿De acuerdo?

La culpa es mala, en estos casos. Nadie se busca esto. Nadie se lo merece -tengo dudas al respecto, pero ok-

Puedes tener la mejor vida de todas. Puedes ser la Emma Watson, la persona más perfecta, con la vida más perfecta y los sueños más perfectos... pero aún así estas cosas pasan. Y eso no es algo malo. Simplemente pasa y ya. Tal vez es orgánico o tal vez es algo psicológico. En todo caso, atendernos es lo más factible y sano.


Mis problemas de estrés, ansiedad y trastornos del sueño no me hacen mejor o peor persona. Mis tendencias depresivas no me hacen más o menos interesante.

Porque yo soy más que esto. Yo soy más que mis problemas y mis consecuencias. Lo soy.

Y tú también lo eres.



Dando por concluido este post, me gustaría agregar:


Son situaciones de la vida que todos vamos a enfrentar. Algunos más, algunos menos.

Y así sea que tengas a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, a tus parejas, a tus compañeros, a extraños por internet, recuerda siempre esto:

NO ESTÁS SOLO/A.




Recordemos que depende de nostros que esta sociedad se abra más. Que las personas que están pasando por esto no se sientan juzgadas, y por el contrario, haya una mayor comprensión respecto al tema. Creánme, esto es más común de lo que piensan. Seguramente has pasado por esto antes y lograste salir. Demostremos un poco de compasión y solidaridad por aquellos que todavía estamos en las mismas.

Y así no sientan la necesidad de esconderse para visitar el psiquiatra/psicólogo, que no sientan la culpa de hablar de sus problemas con sus seres queridos, que no se sientan mal por sentirse como se sienten.



miércoles, 12 de agosto de 2015

Ups, Lo Hice Otra Vez.





Al resolver uno de los problemas que más me urgía resolver durante este verano, me di cuenta de que había caído en la misma chingadera. Me había confiado de alguien que no me había dado motivos para confiar, me había dejado llevar por lo que sentía y volví a omitir las señales. Lo ignoré todo y acabé perdiendo lo poco que me quedaba.

ay :'(


No es tan malo como suena.


Lo que más me decepcionó, lo que más me llevó tiempo de analizar, fue que tengo 20 años y sigo cayendo en lo mismo, desde que tenía 12 años. No puede ser. ¿ES QUE NO APRENDO?

Probablemente no. Probablemente encuentro una felicidad difícil de hallar entre esa miseria que me produce. Lo cierto es que no lo sé.


Durante una noche, me puse a pensar en lo que de verdad estaba haciendo con mi vida, con las personas y con mis sentimientos. Llegué a la conclusión de que debía perdonarme a mí misma y debía perdonar a los demás, así como ofrecer disculpas.

No es que sea mentirosa -no me considero así-, pero uno de los malos hábitos que tengo, es ése precisamente: Disculparme cuando no siento el más mínimo arrepentimiento.


Pero hay cosas de las que me arrepiento, hay cosas que no me dejan dormir por las noches y de esas no obtengo un perdón en concreto, porque no lo he buscado.





Hablar del perdón es algo más que simplemente hablar de arrepentimiento. Es hablar también de redención, de paz espiritual y de una evolución -digievolución, como me gusta llamarlo- digna de un ser perfeccionable. No es un simple "perdón por haberme quedado dormida mientras hablaba contigo". No es un "lamento haber dicho que eras una perra, aunque sí lo seas".


Creo que el perdón es algo más sagrado, más puro. Algo más inalcanzable, algo más difícil.





Hay cosas de las que no me gusta hablar. Hay cosas que he hecho, cosas verdaderamente horribles, de las que no me enorgullece hablar. Hay cosas que simplemente de las que no puedo hablar.

Pero llegué a ese punto, un par de noches atrás, y pensé que este demonio me seguiría hasta el final de mis días si yo no hacía algo por ayudarme a mí misma.

Quizás, para sentirme menos mal conmigo misma, esperaba una palabra de aliento de la persona afectada. Un "No te preocupes, no fue tan grave", aunque fuera mentira. Eso me ayudaba un poco, pero no puedo vivir de eso. No puedo pretender que lo que hice no fue algo grave.

Y verme enfrentada a las consecuencias no era una escena muy pintoresca en mi mente.

Nunca he sido muy buena resolviendo mis problemas ni los problemas de los demás. Nunca he sido muy buena lidiando con los sentimientos de la culpa y el egoísmo y supongo que por eso -y más- me va como me va.

Pero ustedes podrían aprender algo de mí, tal vez.






Debo perdonarme a mí misma, por haber confiado en aquellas falsas amigas de primero de secundaria, quienes juraron protegerme y quererme bien. Debo perdonarme porque, a pesar del tiempo que compartimos, no vi todo lo que me hacían. No lo quise ver bien.

Debo perdonarme a mí misma por haber entregado mi corazón y mi razón a alguien que demostró que no lo valía, que no se lo merecía. Incluso después de nuestra separación, incluso después de lo que mis amigos me advirtieron, yo lo hice. Not cool.

Debo perdonarme a mí misma por haberme dejado tratar como mierda durante aquel periodo frágil de mi existencia. Por haber dejado que otros pasaran sobre mí, burlándose, humillándome, haciéndome sentir la peor basura de la humanidad. Debo perdonarme por haberlos dejado entrar en mí.

Debo perdonarme a mí misma por haber juzgado a las personas a mi alrededor durante mi adolescencia. Debo perdonarme porque perdí tiempo de convivir con ellas, cuando esas personas ahora son grandes amigos míos. Debo perdonarme por haberme dejado cegar por las opiniones ajenas.

Debo perdonarme por haber menospreciado los sentimientos ajenos, por haber hecho a un lado lo bonito que la gente me ofrecía y por haber destruido lo que otros habían construido para mí. Debo perdonarme, porque lo hice sin darme cuenta.


Debo perdonarme a mí misma por mentirme, por engañarme a mí misma siempre que tengo oportunidad. Las mentiras no cambian la realidad. Debería saberlo ya.




Y ahora pido perdón.


Perdóname por haber abandonado nuestra amistad de años. Perdóname por no ser la mejor amiga, la amiga que tú te mereces.


Perdóname por haberme rendido con lo nuestro, porque una relación es de dos y si falló la nuestra fue porque yo no puse de mi parte. Discúlpame por haberme ido a lo seguro, por lo fácil. Perdóname por no haber salido de mi zona de confort.


Perdóname por haber roto tu corazón y haber jugado con tus sentimientos. Tal vez no merezco tu perdón porque eso es algo que hacen los tremendos hijos de puta, pero lo hice y lo siento. Perdóname. Jamás mi intención fue lastimarte. Nunca pensé en eso cuando estuve contigo.

Perdóname por haberte hecho creer  que sentía lo mismo por ti. Lamento haberte dado la impresión equivocada. Discúlpame por haberte hecho pensar que estaba en el mismo punto que tú, cuando yo estaba muy lejos, a kilómetros de ti.

Perdóname por lo que dije esa noche, por todo lo que he dicho que te hizo sentir mal. Perdóname por haberte sacado de mi vida sin siquiera darte una oportunidad de expresarte. Lo lamento.


Perdóname por haberte dejado una responsabilidad en tus hombros que no te pertenecía. Discúlpame por haberte culpado por tantos años por mi dolor. Lamento que algunos de tus amigos te dejaran de hablar por ello, lamento mucho que la gente tuviera una imagen tuya errónea debido a nuestra historia.


Perdóname por no haber contestado el teléfono cuando ocupabas hablar conmigo.

Perdóname por no haber estado ahí cuando me necesitabas más.

Perdóname por haberte decepcionado, una y otra vez, inconsciente y conscientemente.

Perdóname por no ser lo que era, lo que te prometí que era. Perdóname por haberte hecho perder el tiempo conmigo. Lamento que eso sea algo que jamás recuperarás.

Perdóname por las veces que hablé mal de ti a tus espaldas, por las veces que te humillé en público y por las veces que te hice quedar como el/la hater de la historia.

Perdóname por no poder corresponderte como tú esperabas. Lamento no poder quererte como una vez dije que lo haría. Discúlpame por herirte una y otra vez con mis palabras y mis actos.

Perdóname por haberte mantenido despierto/a hasta muy altas noches de la hora, preocupándote por mí. Perdóname por el infierno por el que te hice pasar los últimos años. Discúlpame por las noches de insomnio que te causé. Discúlpame por el dolor y la frustración que te hice sentir.

Y sobre todo:

Lamento que para algunas cosas ya es tarde disculparme, porque algunos de ustedes ya no están en este mundo. Lamento que no pueda disculparme contigo porque ahora algunos de ustedes viven lejos de nuestra ciudad. Lamento que no pueda disculparme ahora, porque prefieres verme muerta que de rodillas llorando. Lamento que no pudiera disculparme en el momento.

Lamento no poder regresar en el tiempo y arreglar lo que jodí.





Pero estos errores, estas cosas malas que hice, me permitieron crecer. A un alto precio. ¿Lo volvería a hacer si tuviera la oportundiad? No importa si lo hice tres mil veces, no pasaría por ahí de nuevo.

Sé que las personas no cambian.

Pero quiero creer que no soy una persona mala y cruel, porque así como he pedido perdón, he perdonado tanto como he podido.

Es difícil vivir así, con tantos secretos y con tantos engaños, porque no sólo soy yo quienes lo ven. Sé que hay gente allá afuera que puede ver a través de mí.

No está bien vivir así.

No quiero vivir así.

Así sea que quede como una "rogona" -concepto turbo antifeminista, por cierto-, como una maricona que va por la vida llorándole a los demás, es preferible vivir en paz conmigo misma.

Claro, hay de arrepentimiento a "arrepentimiento". Hay situaciones en las que las personas NO se merecen el perdón, pero el juicio al final depende de cada quien.

Perdona antes de que te pidan perdón. Perdónate a ti mismo antes de perdonar a alguien más.

Porque es cierto: No podemos dar lo que no tenemos y si no estamos dispuestos a limpiar nuestros propios desastres, no lo haremos con alguien más y nadie más lo hará por nosotros.




Recordemos que la vida es una -quiénsabe- y que las personas son efímeras presencias que pasan por nuestro camino. Nunca sabemos cuándo se acabe nuestro tiempo con ellas.

El perdón es sagrado. El perdón pertenece al presente. El perdón es un don.

Y recordemos también que :"decir que está bien significa que se puede volver a hacer".

Like, si pides perdón por algo es como que ya NO lo volverás a hacer. Tengamos madre.


Por eso nunca me disculpo por acabarme la pizza en mi casa. Eso jamás lo pienso dejar de hacer.






Pd1:

Me encanta esta canción. Escúchenla con atención :'3

Pd2:

Disculpen por no mencionar nombres. Me parece que mantener el anonimato está bien y así evitaré ser asesinada. -quién sabe-

Pd3: I love Britney Spears!

viernes, 7 de agosto de 2015

Diosito y Yo




Tema polémico, se sugiere discresión. Si leíste el título, ya te imaginarás de qué se trata. Si eres suceptible a este tipo de temas, no lo leas. No te conviene. No te hará bien. Y en lo personal, no me interesa.



Recuerdo cuando tenía 8/9 años. Iba a una escuela pública (Sí, amiguitos, yo estuve en escuelas públicas) y por las tardes, algunos días de la semana, iba a una iglesia a recibir clases de catecismo. Me preparaba para mi primera comunión.

Me sentía emocionada; no tanto porque fuese a tomar la primera comunión, sino porque estaba acompañada por mi hermana, mi prima paterna, y tres primos maternos. Todos juntos la haríamos y eso era emocionante.

Recuerdo con claridad ése salón escondido de la Iglesia: Sólo una vez tomé clases ahí, pero eso bastó para marcarme: El salón era amplio, con largas paredes pintadas de un rojo casi vino. Los azulejos eran baratos y amarillos, que le daban un contraste extraño a las bancas de madera falsa que la Iglesia usaba. Al fondo había una gran mesa, ya saben, de ésas que usan los padres en misa. Y colgando del techo había una gran cruz, con un Yisus sangrante con cara de dolor y cabello falso.

Me bastó una vez para mirarlo y de verdad, les prometo, sentí miedo.

Tenía miedo de que un en ese momento, Yisus bajara de la cruz y ante la mirada atónita de todos, nos gritara de cosas: nos dijera que éramos una bola de idiotas y que nos iríamos al infierno.

Durante esa clase de hora, hora y media, no quité la mirada del Yisus, vigilándolo que no fuera a abandonar su puesto.

Claro, en mi mente infantil, el hecho de que un objeto innanimado cobrara vida no me preocupada en lo más mínimo: Tenía más miedo al juicio de un objeto innanimado.



Entre mis recuerdos más alejados y cubiertos de telarañas, está este gracioso hecho: Recuerdo que cada comunión era un poco como una tortura porque casi siempre me terminaba ahogando. Estaba tan segura de que Yisus de verdad estaba en la hostia, que tenía mucho miedo de romperla en mi boca, porque era como destruir su cuerpo. No podía destruir el cuerpo del hijo de Diosito. No podía. Diosito jamás me lo perdonaría y no podría vivir con ello, así que cada comunión era sacar la lengua, tener la hostia ahí esperando a que se disolviera y esperaba a que el rollito que hacía con ella en mi cavidad bucal no me costara el paraíso.

Vivía con esos miedos. Y eso no fue todo. Hubo más.



Comencé a crecer y desde niña me enseñaron que enojarme estaba mal. Que sentir rencor estaba mal. Que estar triste estaba mal. Que envidiar a alguien estaba mal. Que desearle el mal a alguien estaba mal. Que codiciar las cosas estaba mal.

Que no podía ni debía hacer uso de mi cuerpo al 100%, porque no era mío. Que no podía hacer uso de mi mente, porque no era mía. Que mi vida no era mía y que por consiguiente, todo lo bueno -y lo malo- que viniera en mi futuro, no era mío.

Todo eso le pertenecía a Diosito.



¿Y yo?

Yo nada más vivía, bajo lo que ellos me decían.  Y así lo hice. Viví con miedo, porque nada era mío. Nada me pertenecía. Ni siquiera yo misma era mi dueña. Fue una situación un poco difícil, porque en el fondo de mi corazón, en el fondo de mi corazón infantil, lleno de ingenuidad, idealismo y honestidad, yo no estaba de acuerdo. Yo no pensaba lo que ellos pensaban.


Veía a mis padres tan convencidos de que nos iríamos al infierno si no íbamos con regularidad a misa. Veía a mis tíos tan convencidos de que nos iríamos al infierno si "maldecíamos" el nombre de Diosito. Veía a mis tías regocijarse de orgullo cada vez que alguien de mis primos lograba un ritual católico.


Pero siempre estuve inconforme con eso. No podía ser verdad. Me rehúsaba.


Crecí y comencé a prestar más atención a lo que decían los padres, en misa.

"Honrrarás a tu padre y a tu madre", no importando cuando si se equivocaban, no importando si te lastimaban, no importando nada. Debías obedecer y no cuestionar.

"No codiciarás los bienes ajenos", porque no tienes oportunidad de conseguirlo. Acostúmbrate a lo que tienes. Aprecia lo que tienes. No desees más, no codicies lo que otros tienen, porque ellos lo tienen bien merecido y tú no.

"No mentirás", porque la mentira es dañina, siempre hace daño y ése es su propósito final. Dañar. No lo hagas.

"No robarás", ni siquiera en tu momento de más necesidad, ni siquiera por un buen fin, porque el fin no justifica los medios y te cortarán las manos. Robar está mal. Siempre está mal.

"No consentirás pensamientos ni deseos impuros", porque está en contra de Diosito, porque está mal, es morboso, es sucio y no es divino. A Diosito no le gusta, es más, le da asco.

"Amarás a Dios por sobre todas las cosas", aunque no lo conozcas, aunque sus seguidores te hagan dudar de su existencia por la hipocresía de sus actos, aunque no entiendas nada, aunque te nieguen todo, aunque sea. Amarás a Dios por sobre todas las cosas y si acaso algo te hace más feliz que Dios, siéntete culpable y mal, porque irás al infierno.




Sí, todo eso.


Sé bueno. Sé puro. Sé perfecto. Sé divino.

no seas humano.




Es eso. Eso nos plantean, no tienen argumentos para negármelo. Es eso.

La religión -sin señalar a una en particular- se ha construido alrededor de la ridícula creencia de que el humano no es suficiente, que tiene defectos y por tanto, se debe reprimir esa parte.

Se reprime la naturaleza. Se reprime todo lo que nos hace humanos.

Y no creo que esté bien.


Cuando tenía 10 años, me hicieron sentir mal porque me enojaba y me peleaba con mi hermana. Cuando tenía 12 años, me hicieron sentir mal porque había besado a un niño "en la boca".
Cuando tenía 14 años, me hicieron sentir mal porque deseaba tener el celular de mis compañeros.
Cuando tenía 16 años, me hicieron sentir mal porque guardaba condones en mis gabetas, por si acaso.
Cuando tenía 18 años, me hicieron sentir mal porque apoyaba lo que "está mal", lo que era "prohibido".


Ahora, que tengo 20 años, me hacen sentir mal por lo que soy. Porque tengo dudas. Porque cuestiono. Porque argumento. Porque tengo sentimientos, tengo impulsos, tengo deseos, porque tengo sueños y porque no voy por donde ellos me dicen que vaya.


Y durante la mitad de mi vida, me hicieron sentir mal conmigo misma. Me hicieron sentir como una extraña en mi propia piel, una extraña en mi propia mente. Me hicieron sentir como una muñeca, sin sentimientos ni deseos, que sólo seguía a un gran titiritero, según lo que ellos decían.

Todo lo bueno me haría bien, y todo lo malo me haría bien. No debía cuestionar nada. No debía buscar nada. No debía sentirme triste, no debía enojarme, no debía gritar, no debía luchar.

En pocas palabras, no debía ser humana.

Porque ser humana y su naturaleza, estaban horriblemente mal. Y Diosito me mandaría al infierno, directo y sin escalas.





Y quise ser buena. Por amor a todo, mis padres son TURBO religiosos -católicos-, toda mi familia es religiosa de alguna manera. Católicos y cristianos de hueso colorado. Tengo una tía monja. Mis parientes tienen amigos padres. Fui a escuelas religiosas durante la mayor parte de mi educación.
Mis amigos eran católicos. Todo a mi alrededor me gritaba: RELIGIÓN- DIOS- PARAÍSO- INFIERNO- PECADOS- BIEN Y MAL- RELIGIÓN- Y PORQUE LO DIGO YO, QUE SOY EL REPRESENTANTE DE DIOS AQUÍ.


Realicé los rituales, como ellos me lo indicaron. Me vestí como ellos me lo indicaron. Obedecí lo que ellos me indicaron. Me aprendí y recité lo que ellos me indicaron. Leía lo que ellos me indicaron. Viví como ellos lo indicaron.


¿Pero saben qué?


Jamás creí en lo que ellos me indicaron.





Leía la biblia -un best seller, por cierto- y me reía. Me horrorizaba y me reía.

¿Cómo es que pueden estar en contra de la "homosexualidad", cuando aprobaban la esclavitud? ¿Cuando los matrimonios eran compuestos por esposo, esposa, críadas, esclavas, concubinas, viudas, etc?

¿Cómo es que podían venerar a la vírgen María como la madre del salvador, pero por dentro despreciar a María Magdalena?

¿Cómo podían jactarse de venerar a una mujer, cuando en muchos de sus capítulos se trataba de reprimir a la mujer, ser tratada como objeto, sin voluntad ni sentimientos, como una incubadora de bebés, como un mueble más, como una criatura malvada y de la más baja clase?

¿Cómo podían decir que Dios era amor, pero que si te encontraban "adorando" a una imagen, a un dios falso, a un ídolo, Diosito te iba a mandar al infierno porque es celoso y malvado?


¿Cómo pretendían enseñarme el perdón, cuando Diosito destruyó Sodoma y Gomorra por su estilo de vida?

¿Cómo pretendían que creyera en eso de que Yisus era un hippie sin dinero que iba de casa en casa, instanto a los demás a deshacerse de sus cosas para seguirlo, cuando las iglesias estaban construidas de materiales carísimos y los autos de los padres eran del año?

¿CÓMO?


¿Cómo esperaban que yo creyera en un Dios "justo y misericordioso", que me enviaría al purgatorio -en el peor caso, al infierno- si no vivía como él mandaba?

¿Cómo podían esperar que yo creyera que Dios rechazaría a sus hijos por ser lo que son, por querer lo que quieren, por pensar lo que piensan, por desear lo que desean?

¿Cómo pretendían que yo creyera -y adorara- a un Dios que no aceptaría mis defectos, que no entendería mis sentimientos, que no me amaría a mí tal como soy?


¿Cómo pretendían que yo creyera en un Dios amoroso, cuando sus seguidores se dedicaban a predicar odio, prejuicio, regar la ignorancia, de condenar las vidas ajenas por ser diferentes?


No podía. No puedo.


Y no podré.


Y lamento si decepciono a mis padres. Lo lamento si decepciono a mi hermana. Lo lamento si decepciono a mis tíos, tías y primos. Lo lamento si decepciono a mis amigos. Lo lamento si decepciono a mis compañeros. Lo lamento si decepciono a mis fans.


Pero no voy a pedir perdón por lo que soy.







Muchos, a estas alturas de la vida, sé que me tachan de atea. Se sorprenden cuando les comento que usualmente acompaño a mi papá a misa y eso. Se sorprenden cuando se enteran que estuve en escuelas religiosas. Se sorprenden cuando me ven leyendo la biblia o hablando de esto.


Pero no.

Yo no soy atea.

No soy católica.


Yo soy espiritual.


Creo en un Dios. Sé que existe un Dios. Hablo con un Dios. Sigo lo que Dios me dicta. Agradezco a Dios. Me desahogo con Dios. Me enojo con Dios. Amo a un Dios.

Pero ese Dios es mío.


Ese Dios no entra en ninguna categoría, porque lo que conozco no alcanza a describirlo.


Mi Dios no juzga a los homosexuales. Al contrario, celebra el amor, porque el amor no tiene ni género, ni posición socio-económica, ni raza, ni capacidad diferente, ni religión, ni idioma ni nada. Amor es amor.


Mi Dios no juzga a los ateos, así como a los fanáticos. Al contrario, mi Dios acepta las diferentes maneras de ver la vida. Cada quien se hace cargo de la suya como mejor le plazca y mi Dios lo entiende.

Mi Dios no juzga a la ciencia. Al contrario, Dios apoya la ciencia. Dios está ahí, viendo lo que hacen, esperando que avancemos. Dios cree en la ciencia y la ciencia cree en Dios.

Mi Dios no juzga a las personas diferentes: Ni a los solteros, divorciados, ni a los tatuados, ni a los discapacitados, ni a los huérfanos, ni a los trans, ni a nadie.

Mi Dios no juzga. Mi Dios no señala. Mi Dios no observa.

Mi Dios ama, perdona y entiende. Es todo.

Mi Dios no se mete en vidas ajenas. No va por la vida dando a las personas al azar túmores para "que aprendan una lección".

Mi Dios abraza, mi Dios escucha y mi Dios acepta.


No hay condición, no hay pago, no hay nada.


Porque soy su familia y Dios es mi familia.


Se acabó. No hay misterio. No hay segundas intenciones. No hay error humano.


Dios no quiere que yo sea perfecta. Dios no espera que yo nunca me vaya a enojar, ni que vaya a desear cosas malas, ni que vaya a vivir mi sexualidad con quien se me dé la gana, ni que vaya a desear algo, ni que vaya a ser codiciosa, ni que vaya a sentirme triste, insatisfecha, ni que vaya a dudar, ni que vaya a no creer.

Dios espera que yo sea yo. Lo que soy, lo que he trabajado para ser.

Dios espera que sea útil, y que viva con mi familia. Con esta humanidad, con esta fauna, con esta flora, porque ellos son mi familia y Dios espera que vivamos como familia.

Dios espera que viva como humana, con todo y mi naturaleza. Sin negar lo que hay dentro de mí.


Porque no está mal que me enoje. No está mal que sienta envidia, celos. No está mal que tenga ganas de tener sexo con alguien. No está mal que me enamore de una mujer. No está mal que me tatue. No está mal que aborte. No está mal que me cambie de religión. No está mal que no tenga religión. No está mal que me case con una persona de otra raza. No está mal que me divorcie. No está mal que viva.

Es la naturaleza, carajo.

Ir en contra de la naturaleza es ir en contra de Dios, porque Dios hizo a la naturaleza.




Y no voy por la vida echándole mis problemas a Diosito, esperando a que me los resuelva. No voy por la vida echándole la mierda del mundo, esperando que la limpie. No voy esperando que me dé las cosas en las manos.

No.


Conozco gente que simplemente se dieron por vencidos con creer en Diosito porque "hay maldad en el mundo".

"Si existiera Dios, debería detener la maldad en el mundo. No debería permitir que sucedan cosas malas".


Así que básicamente es hacer responsable a Dios por lo que los humanos hacen, ya sea en su nombre o no.

Dios no los abandonó.

Tú y yo lo hicimos.




En mis ilusas divagaciones infantiles, siempre que iba a la iglesia -no miento, todavía la última vez que fui a San Pio X con mi familia- deseaba que Yisus, el de la cruz, el de la estatua, se bajara de ahí, y con una metralleta en mano resolviera por fin los problemas del mundo.

Me encantaba la idea de que Yisus apareciera, que Diosito apareciera aquí y nos dijera todo lo que hacíamos mal; que nos diera varias opciones para solucionar los problemas mundiales y que se fueran.

Pero eso no va a pasar.

¿Saben por qué?

Porque no es problema, ni de Yisus ni de Diosito.

So knock it off, buddies.



De verdad que si estás esperando a un Dios que te recoja y se haga cargo de tu mierda, mejor no busques a un Dios. Búscate a una sirvienta o algo.





Como conclusión, mi opinión sobre la vida, sobre Diosito y la muerte, es casi la misma:

Cada quien vive como mejor le parezca. Cada quien construye la vida y la muerte como lo desea. Cada quien encuentra a Dios como le plazca.

No creo en la existencia de un Dios universal, porque seamos sinceros, qué horror compartir una divinidad con Hitler. Qué horror compartir algo con Hitler, qué asquito.

Pero sí creo en mi Dios. En el que yo he construido, el que he encontrado. Y vive dentro de mí.


No como una representación de un alimento, no como una casa elegante ni como un libro o un retrato pintado.

Vive en mí.

Veo a Dios en todos lados.

Cuando abrazo a mis amigos, abrazo a Dios. Cuando veo las cosas hermosas, como un atardecer, una tormenta, o la cara de Anna Kendrick, veo a Dios. Cuando escucho a un bebé llorar, veo la sonrisa de Dios. Cuando escucho a viejitos reír, escucho a Dios reír. Cuando escucho la música que llega a mi corazón, escucho a Dios. Cuando leo un buen libro, entiendo a Dios.

Dios está en todas partes.


El chiste es encontrarlo.






Pd1: Como les dije, cada quien cree en lo que mejor le convenga, así que si lees esto y decides seguir siendo ateo, está bien. Si eres feliz así, yo también voy a ser feliz.

Pd2: Yo no vengo a imponer mis creencias, sólo vengo a compartiles mi opinión. Es decisión personal tomársela en serio o no.

Pd3: Así como yo respeto y rara vez me burlo de los credos ajenos, se pide lo mismo. O no.

Pd4: Más información sobre mi Dios personal: www.búscateunavidayencuéntralotú.com.