Me siento en una licuadora, siendo destruida por cuchillas de metal filoso que me desmiembran cada vez más, y me revuelven con un mix de sentimientos: Ira, confusión, miedo, tristeza, melancolía, amor, alegría, dolor y más tristeza. Como un corazón roto que sabe lo que está haciendo. Es difícil explicarlo, probablemente no me vayan a entender.
Llevo sintiéndome así un par de semanas y creí que mejoraría, que quizás tenía que ver con el periodo menstrual que estaba próxima a enfrentar, que quizás era el nerviosismo y ansiedad agudos que me estaban apuñando desde el centro de mi cerebro por conocer el estado de salud de uno de mis tíos favoritos. Quizás era porque me estaban atiborrando de tareas en la escuela y a mí cada vez eso me estaba (está, todavía, la neta), importando menos. Quizás tenía que ver con el hecho de que mis amigos estaban de insistentes para que saliera con ellos. Quizás era todo y era nada. Quizás era el desequilibrio químico de mi cerebro.
Esta presión en mi pecho, literalmente, estaba arrancándome suspiros demasiado largos para ser considerados saludables. No podía concentrarme. No podía importarme algo más, alguien más. No podía querer salir a hacer mi vida. No podía. Estaba demasiado abstraída por este asunto, que llegué a un punto en el que me perdí totalmente.
Dejé de ser yo. Ya no era yo.
No les voy a hacer el cuento largo -Odio los cuentos largos y en exceso tristes. Este es uno, así que les ahorraré a ustedes, y a mí misma, el tortuoso camino al dolor seguro-
Esta historia se remonta a eso de junio, julio, ni siquiera sé con exactitud cuándo inició todo esto, pero deben saber que por entonces yo no estaba del todo bien. Seguía en una "relación" tóxica y estaba hecha un desmadre total. Personas en común me acercaron a este hombre y gracias a un comentario bastante gracioso y filoso, fue lo que un interés genuino nació dentro de mí por él. No voy a decir su nombre, no es necesario.
Puedo asegurarles, realmente me daba curiosidad. Por lo general, la gente me causa curiosidad, pero ese sentimiento se desvanece apenas y los escucho dar un par de opiniones. Mi curiosidad e interés por él no se fueron.
Me sentía extasiada.
Este hombre era tan gentil, tan dulce y tan lindo conmigo, que me volví un poco loca. No es por ser mamona ni nada, pero la verdad es que me espantaba por lo buena onda que era conmigo. Así de loco el asunto.
Era dulce, era compasivo, detallista, mega inteligentísimo y buena onda. Todo un caballero.
Naturalmente, una luz se encendió dentro de mi cabeza y sacó a relucir mis inseguridades: ¿Él es así con todos? ¿Nada más conmigo? ¿Siente un interés por mí? ¿Lo dirá en serio? ¿Qué querrá de mí? ¿Qué es lo que gana con todo esto?
Lo seguí tratando, cada vez más, y cada vez más me gustaba lo que encontraba. Era totalmente fantástico. Me sentía muy feliz, aunque nunca en mi cabeza se me ocurriera la idea de que fuéramos amigos.
Entonces, llegó lo inevitable. Terminé con esta relación tóxica porque era tiempo y ya estaba harta.
Tan aliviada como desgastada estaba. Estaba feliz de haberme deshecho de esta persona, pero una parte de mí anhelaba demasiado de ella. No se puede esperar mucho de las personas, amigos, tengamos esto en mente. Él estaba ahí, cerca de mí, para ofrecer lo que yo pudiera necesitar.
Obvio me fui con cuidado. No quería caer en el eterno "clavo que saca a otro clavo", porque este hombre no se merecía eso de mí. Me fui con cuidado, amigos, lo cierto es que lo hice. Casi a puntitas anduve junto a este hombre, por temor a caer y que fuera un sentimiento fantasma.
Entendiéndose "sentimiento fantasma" como una fantasía de un sentimiento que no existe. Ejemplo: Enamorarme de este hombre creyendo que es amor de verdad, cuando sólo estaba ahí cuando yo estaba vulnerable y frágil y con la necesidad de sentir algo.
Fui cuidadosa. Puse mis barreras y me mentalicé para conducirme por esto con cuidado, para llevar las riendas de mi corazón, mi cerebro y mis hormonas y no dejar que se escabulliera por debajo de mi piel. Lo hice. Me cuidé tanto como pude.
Pero creo que no fue suficiente.
Mientras pasaba el tiempo, más lo descubría, más me gustaba, más cosas sentía y más control de la realidad perdía. Yo solita me até a él, incluso cuando ya me había dado un motivo para desconfiar de él -y es que al inicio, me ocultó/omitió la relación en la que se encontraba con otra chica-.
Pero no me importaba. Yo quería seguir ahí, con él.
Este vínculo siguió creciendo, cada vez más fuerte y cada vez más intenso.
Entonces, comenzaron los problemas.
Nunca fue muy adepto y abierto a aceptar mis constantes chistes sobre la muerte -en general, mi propia muerte-, así que eso nos dio bastantes problemas. Me parecía lindo que se preocupara, pero en extremo me estaba cayendo mal. ¿De verdad tan poca fe me tenía? ¿Me creía lo suficientemente dañada y/o desesperada para hacerlo? Me ofendía un poco, en realidad, que a cada chiste que yo pudiera sacar, él se espantara montones.
Fue lindo al principio, pero demasiado comenzaba a estresarme.
Tuvimos más problemas, naturalmente, pero a mí me parecían algo exageradas nuestras peleas. De verdad sentía que hacíamos dramas de cosas de nada. Pero en fin.
Y entonces, gracias a esto, conocí otra faceta de él.
Era frío y cruel.
Decía demasiadas cosas que realmente me herían, en mi vanidad, en mi autoestima, en mi corazón. Cosas directas, cosas crueles, cosas innecesarias.
Decía que yo era una grosera -la persona más grosera con la que hablaba-, decía que era tóxica, que destruía todo lo que tocaba, que por eso la gente me dejaba y cosas así. Obvio me causaba un shock de la impresión. Alguien que decía quererme... ¿Por qué me diría cosas tan insensibles?
Yo le alegaba siempre que: "entiendo que te pedí sinceridad y honestidad, pero siempre hay maneras de decir las cosas".
Este hombre me hablaba como le podía hablar a la pared. Sin la más mínima sensibilidad de su parte, sin ser considerado me destazaba, cada parte de mi autoestima la pisoteaba.
Y se escudaba con la excusa de "ser honesto", cuando ser honesto no te da permiso de destruir a alguien.
Me parecía curioso que me dijera cosas tan horribles y después aseguraba que me quería, que le gustaba y chalalá chalalá.
Curiosa su manera de amar. Destruirme por completo y entonces amarme desde las cenizas.
Y yo lo soporté. Le soporté mucho.
Sus malos tratos, sus humillaciones, sus burlas, sus groserías -como dejarme en visto por horas y horas y tenerme como pendeja esperándolo, etc.-; le aguanté su mal humor, sus pésimas actitudes y su manía de querer cambiarme.
Lo soporté, porque creía en él. Porque quería tener fe en él. Porque quería quererlo.
Las cosas no pararon ahí; sus ganas de acabar conmigo evolucionaron y se mudó a mi cabeza, en donde comenzó a hacer y deshacer.
Manipularme como lo hizo no es bonito. Chantajearme como lo hacía no era bonito. Abusar de mí no era bonito.
Y soportarlo tanto por una estúpida fe ciega y utópica no fue bonito.
Cerraba los ojos y pensaba en lo que tenía con él, en lo que me hacía sentir, era suficiente como para ponerlo de contrapeso con todo lo malo que pasaba.
Pero era agotador, era inconsistente y me sentía en la montaña rusa de Destino Final 3.
Era un ir y venir, un arriba y abajo y un izquiera y derecha. Todo en tres días. Y yo por dentro sabía que terminaría mal, que acabaría deshecha.
No me equivoqué.
Me cansé de llorar. Me cansé de sentirme mal conmigo misma. Me cansé de aguantarle sus tonterías. Me cansé de engañarme a mí misma. Me cansé de quererlo.
Me cansé.
No podía seguir aguantándolo, cuando todo lo que él hacía se veía reducido a nada por unas palabras, por unas actitudes.
Él lo sabe, porque se lo dije.
Cuando estábamos bien, era todo hermoso, y todo valía la pena y todo estaría bien y todo brillaba y yo tenía ganas de ver la luz de otro día y yo quería estar ahí para tomar su mano y abrazarlo y besarlo hasta que el mundo se acabara. Estaba dispuesta a casi todo. A saltar de un acantilado con los ojos cerrados si me lo pidiera. A deshacerme de mis viejos -y no muy sanos- hábitos. A decirle que sí cuando todos me decían que dijera no.
Pero cuando estábamos mal, era un verdadero infierno. Jamás había sentido tanto frío, jamás había conocido a alguien tan... tan así. Tan infernal. Sacaba desde lo más profundo de mi infierno personal a los demonios más peligrosos para torturarme.
Era tan diabólico lo que hacía. Divinamente diabólico.
Y yo estaba hecha una pendeja total, porque sus cualidades me habían alumbrado tanto que terminé por quedarme ciega.
Mis amigos me decían: "No sé cómo lo soportas", "Yo no lo aguantaría", "Ya mándalo a chingar a su madre".
Pero yo pensaba: "O sea, sí... pero... no".
Un día, simplemente estalló la bomba de tiempo y quiso dejarme.
¿Por qué?
Porque no modificaba mi comportamiento entorno a la muerte. O sea, seguía haciendo chistes de ello. Él se hartó y quiso dejarme; dijo que no podía seguir viviendo así con alguien que le causara tanto estrés como yo, que era desconsiderado de mi parte hacerlo sabiendo la historia que él tenía con alguien de su pasado que tristemente falleció.
Le pedí que lo reflexionara, que no por algo que yo podía cambiar iba a tirar todo por la borda.
Insistió en quererme dejar y bueno, yo no peleé más. Accedí a su petición y le dije que estaba bien, que yo entendía que era desconsiderado y egoísta incomodarlo de esa manera, así que lo más sano y mejor para nosotros sería si nos separábamos.
Entonces me cambió el juego y me acusó a mí de querer tirarlo todo por la borda y obvio me quedé como: wtfffff????? WHAT THE SERIOUSLY FUCK IS WRONG WITH YOU?
Esa noche, después de "contentarnos", dormí con un sentimiento raro en mi estómago. No era dolor. No era tristeza.
Era ira.
Ira pura.
¿Cómo se atrevía a amenazarme así? ¿Cómo se atrevía a echarme en cara lo que yo hacía mal, cuando él también lo hacía? ¿CÓMO?
Así que ideé un malévolo plan que Karla Michelle me inspiró -Nocierto, ella no tiene nada que ver, pero cuando estaba platicando con ella se me ocurrió, por eso me gusta decir que es de su autoría para joderla un rato-.
Lo que haría sería inhumano, sería cruel y muy malvado, pero se lo merecía. Él se lo había ganado.
Lo consulté con varias personas y al final, me decidí por hacerlo. El 80% del sondeo aseguró que estaba en mi derecho.
Haría que me quisiera más, me volvería totalmente irresistible para él y le robaría más sentimientos y más suspiros y haría crecer de amor a su frío corazón y luego lo mandaría a la chingada, sin ningún remordimiento. Cuando yo estuviera segura de que él no pudiera amarme más, entonces le rompería el corazón.
Ya sé, ya sé, eso es algo inperdonable, sé que es cruel, y es de perras malditas hacer eso. Pero entiéndanme: Estaba molesta, estaba herida, estaba humillada y me sentía totalmente usada.
Quería que él sufriera, que él entendiera mi dolor. Quería que él aprendiera una lección, para que cambiara su manera de ser tan cortante y hórrida y tóxica. Lo quería. Casi necesitaba esta venganza como necesitaba el aire.
Pero, con el tiempo, vi que sería imposible.
Cada vez que hacía algo para hacerlo caer más y más, la única que caía era yo. Porque me encariñaba más y más y más y más y esto no se detenía.
Karli me dijo algo que me hizo reflexionar: "Si lo vas a hacer, al menos asegúrate de que no vayas a salir herida".
Y para cuando parpadeé, me di cuenta de que estaba hasta el cuello de metida. No podría dejarlo, no así y no podía hacerle eso. No podía. Lo quería. Me gustaba. No podía. No podía dejarlo, no quería dejarlo.
No quería vivir sin él.
Así que me callé mis quejas y mis suspiros y seguí con esto.
Los problemas crecieron; los sentimientos también y entonces mi futuro se vio nublado por él. Antes me gustaba imaginármelo en mi futuro, como una persona que ocupara un lugar tan grande que ni siquiera yo pudiera sacarlo de mi vida, pero no. Demasiados problemas terminaron por ahogarme y sus pisotadas terminaron por extinguir el amor que sentía por él.
Se lo dije, amigos. Siempre fui tan honesta como él como me permitía.
Él decía que lo que necesitaba para querer terminar esto eran mentiras de mi parte. Y yo le dije que lo que necesitaba para querer terminar esto eran más problemas.
Problemas idiotas, problemas imbéciles y sobre todo, problemas a los que siempre quería adjudicarles mi nombre.
Fucking nope.
En una ocasión, me agarró de mal humor. Había tenido un pésimo día en la escuela y había llegado a mi casa a que me gritonearan un poco más. Y este hombre había decidido ponerse cortante y grosero conmigo, así que me orilló a dejarlo. Me enojé y le dice de cosas, le dije que era grosero, que era vil y que yo estaba harta de sus humillaciones y que quería que ya no me hablara nunca jamás.
Él me pidió lo mismo que yo una vez le pedí: Que lo pensara bien.
Y bueno, lo hice. Lo pensé bien y aunque en mi interior hubiera una flama de amor vívido por él, la mayoría de mi ser lo rechazaba. Tenía que dejarlo. Pero no quería hacerlo. No quería estar sola.
Así que no lo hice.
Viví así, con él, un par de semanas más, pero esta pudredumbre comenzaba a pasarme factura tanto física como emocionalmente. Me estaba destruyendo más de lo que planeaba permitir.
Este amor que sentía cambió un poco de dirección. Se vio eclipsado por otros sentimientos de una naturaleza no tan amigable.
No importaba lo bonito que pudiera decirme -porque, ¡Vaya, qué hermoso sabe escribir!, ¡Qué manera tan exquisita de expresarse tiene él!-, había algo en el ambiente que literalmente no podía controlar. Era incomodidad. Era maldad. Era dolor. Era confusión.
Era frío. Mucho frío.
Más frío del que los dos podíamos soportar.
Lentamente comencé a alejarme y a deshacerme de todo esto. Abrí mis manos y permití que este amor, esta historia y su esencia se escurriera entre mis dedos. Yo no iba a detener nada. Era incapaz de detener algo.
Él no iba a cambiar por mí.
Y yo no iba a cambiar por él.
Finalmente, llegó el día en que ambos pusimos en la mesa nuestras cartas y hubo un momento de la noche en que su inútil y desconsiderado sentido del humor retorcido de verdad me jodió. Eso fue lo último que terminó por convencerme de que terminar esto era lo mejor para mí, para él, para los dos.
Insistió en que yo podía ayudarlo a mejorar, que chalalá y chalalá.
No caí ante su chantaje emocional -muy propio de él-
No caí ante su manipulación de los hechos. No caí en su victimización. Ya no.
Esto se terminó, amigos.
Al final, él me "aclaró" que me quiere. Y mucho.
Ok.
Antes me daba risa pensar que de verdad me quisiera y hoy sé que sí me quiere, me quiso.
Muy a su manera.
Manera que me destruía más de lo que construía. Y yo ya no tenía más motivos para hacerme idiota por estar con un hombre que, a pesar de que me gustaba muchísimo y a quien le tenía un cariño especial, nunca supo tratarme ni darme mi lugar. Rayos, ni siquiera de demostrarme un poco de respeto.
Ya no.
Fueron meses y meses -ni tanto, ya lo saben- y siento que viví toda una vida con él. Una eternidad.
No estoy molesta con él. No estoy molesta conmigo misma. Creo que viví lo que tenía que vivir y quiero sacarle provecho a eso.
Aprendí mucho de él. Aprendí mucho de mí misma. Y aprendí mucho de esto, de la vida, del amor, de las relaciones, de las personas y de los miedos.
El título de esta entrada es cómo querer a un abusivo y probablemente se estarán preguntando porqué no les di una guía exactamente de la temática propuesta.
Mi respuesta es: NUNCA QUIERAN A UN ABUSIVO. Punto.
Yo no me arrepiento, como dije, de esto, de él y de todo lo que pasó. No me avergüenzo y puedo hablar de esto -todavía no, porque me duele poquis aún-.
Pero mi punto es que si me preguntaran en volver a pasar por una situación similar, no lo haría. Nunca.
Y ni siquiera necesité violencia física para identificar cuando alguien abusa de mí. Aunque mi subconsicente no estaba tan perdido...
El primer paso para dañar a una persona, casi siempre inicia por el lado emocional, quizás no le habría costado mucho cruzar al lado físico. O quizás nunca me hubiera puesto un dedo encima, no lo sé. No me voy a quedar para averiguarlo.
En fin.
Pd:
Ahora entiendo el "prefiero vivir mil años sin ti, que una eternidad pasándola así".
Estoy de acuerdo con los dos cantautores de allá arriba.
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