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viernes, 27 de noviembre de 2015

Los Amigos





Los amigos.

Qué fantásticas criaturas salidas de un cuento de hadas, ¿No les parece?

En mi opinión, los amigos son un regalo de Diosito y un préstamo de satanás (7u7 mmm), pero encontrar amigos por estos lares de la vida, es actualmente muy difícil.

Pero para empezar, ¿Qué es un amigo? ¿Cómo te haces amigo de alguien?





Todo empieza cuando naces, llegas a este mundo con ilusiones y sueños que luego se ven despedazados por la cruel realidad reinante de la cultura contempoDIGO.


No sabría decirles cómo se hacen los amigos. A mi ver, la amistad nace como nace el amor:

De manera accidental. Cuando menos lo esperas. Y con quien menos te lo imaginas.







En este mundo, como sabores de helado, hay diversidad de amigos. La gente piensa que puede querer a todos sus amigos de la misma manera y tenerles la misma confianza, pero lo cierto es que por supuesto que mega NO.

Siempre hay diferencias, porque las personas no son iguales. Aunque tú seas igual con todos, pero te aseguro que a todos los ves de manera diferente, así que si eres de esas personas que se venda los ojos y se dice a sí misma que quiere a sus amigos por igual, DEJE DE AUTOENGAÑARTE.






Muchas veces, nuestros primeros amigos son nuestros relativos, nuestros hermanos o primos. Aprendes con ellos a socializar y a convivir con personas con diferentes maneras de ver la vida. Eso está bien. Muchas veces, nuestros hermanos y/o primos, parientes, etc, son nuestros mejores amigos y eso está bien.

Pero les aseguro mil que, no se compara la amistad de un familiar con la amistad de un extraño, de un "ajeno".

Entramos al preescolar y como somos pequeños e inocentes, las inhibiciones nos tienen sin cuidado y podemos ser como realmente somos frente a otros. Elegimos a quiénes mejor nos caen -ya sea porque nos soporta en nuestras payasadas o incluso nos hace segunda- y a partir de ese momento, vamos conociendo a las personas y decidiendo quién se queda y quién se va.

Vamos, somos "los juntadores y desjuntadores" de nuestras relaciones.

Cuando somos pequeños, es más fácil ver a través de uno, porque no hay sentimiento de necesidad por mentir compulsivamente y engañar a los demás. Cuando eres pequeño, puedes determinar fácilmente si esa persona está siendo sincera contigo. Cuando somos pequeños, no tenemos mucha podredumbre que ocultar.


Las amistades del preescolar rara vez llegan a la distancia.

Los cambios de escuela hacen que perdamos la comunicación y es que seamos sinceros: La escuela es un reclusorio que te obliga -en los casos más extremos, por 6 años- a convivir con la gente durante bastante tiempo.
Es relativamente fácil ser amigo de alguien cuando lo ves diario.




Digo que es relativo, porque a veces puedes nacer rara y retorcida como yo, y al cabo de un par de meses te mega aburres de las personas pero tienes que fingir que te agradan por convivir.



En la primaria, la amistad se afianza más, aunque no tanto. Uno sigue siendo pequeño, pero ya no es tan inocente. Ahora puedes ver que los amigos te pueden abandonar por alguien más cúl, los amigos te pueden dejar de querer si les haces una chingadera y los amigos pueden realmente hacerte llorar.

Si me preguntaran cuántos amigos de la primaria conservo, diría con seguridad que... ammmm... no lo sé. ¿3? Mentiría, yo creo que como 2.

Y eso, pues, porque tengo fb. Y porque estuve con uno de ellos en la preparatoria, pero bueno, allá vamos.

Uno en la primaria apenas va descubriendo el mundo y sentirte querido y aceptado por un grupo de personas es importantísimo y vital para la salud mental (y por qué no, física también) de un ser humano.

Pero, por lo mismo que vamos descubriendo al mundo, también nos vamos descubriendo a nosotros mismos y uno a esa edad no sabe ni a dónde girar, porque no sabe ni quién es. Sabes que te llamas Charlotte Marian, y sabes que tu cumpleaños espiritual es el 31 de Octubre, pero no sabes para dónde le chutas a la vida.

Es por eso que el nivel de intimidad en la amistad de la primaria suele ser casi nulo y es por eso que muchas veces no conservamos esas amistades.

Son amistades "de pasillo" (Así las llamo yo). Amistades que están ahí porque deben estar, pero que cuando se abre el cielo, muy pocas eligen quedarse juntas.

Repito, no es malo. A mí me parece hasta sano.




(Y eso también va para los amores de primaria, lol)

Llegamos a la secundaria y entonces obvio, TODOS nos sentimos adultos. Creemos que ya nos sabemos los cuentos del mundo y chalalá. Naturalmente es pura charlatanería, pero para sentirnos importantes, nos comemos al universo de un solo bocado.

Las amistades son diferentes.

En primer año de secundaria, las cosas se pusieron un poco locas para mí.

Yo nunca había sido "doña popular", ni nada parecido, pero en ese año, yo me llevaba muy bien con casi todo el mundo. Claro, había algunas personas que no me tragaban, pero se lo aguantaban porque, pues, estábamos 7 horas juntos por 5 días a la semana. Tenían que.

Mis compañeros, literal, se peleaban para tenerme en sus equipos, aunque yo no hiciera mucho (La verdad, nunca se me ha dado trabajar en equipo). Se peleaban frente a los maestros y frente a mí.

Yo era buena onda y me iba con un equipo y luego con otro y así andaba rolando por todo el salón y me la pasé de perlas.

Hasta que salí de esa escuela y entonces, ellos, que se hacían llamar "mis mejores amigos", me apuñalaron en el corazón.
Me dolió.

Pero cuando mi mejor amiga del momento, mi primer mejor amiga, decidió terminar con nuestra amistad y mandarme por un tubo, no se los niego, lloré como magdalena y rompió mi corazón.

Lol. Khé trizte.


Cuando entré a mi segunda secundaria, mis compañeros eran (lo son aún) unas bestias. A mí no me agradaban del todo, pero conocí a varias personas interesantes.

Yazmín, a Diego, a mi mejor amigo Ángel, a Robertito, a Karen, a Joseluis, a Jazmín, a Mamuel Rocha...

Pero mis amistades con ellos eran diferentes. Nunca he entendido porqué ninguno de ellos podía ni quería tener a mi mejor amigo Ángel ahí.

Que quede claro: Ángel es lo más bello que alguien va a tener en la vida. Lo es. Y hay que estar agradecidos por ello. Yo lo estoy.

Pero entonces, desde la secundaria, la vida comenzó a complicarse para mí porque mis amigos no se llevaban entre sí. Eso siempre ha sido un conflicto para mí.

Debo añadir: a la mayoría de los que mencioné ahí les sigo hablando. Con buena suerte, los veo regularmente.

Pero claro, una ya es grande y es más fácil mantener contacto -sobre todo con tanta tecnología de por medio-




Y en la preparatoria... vaya, pinche preparatoria.

Eres adulto, pero no puedes comportarte como adulto porque aún no tienes el IFE, pero caramba, ya eres adulto y debes actuar como tal.

Es tan confuso. Es como la secundaria, pero el doble de peor.

Aunque no tanto. Yo me la pasé bonis, la neta.

Hice muy buenos amigos que hasta la fecha conservo.

Conocí a Diian, a Ale, a Natalia, a Ceci -que más bien re-conocí porque ella y yo fuimos a la misma primaria-, a Memo, a Kevin, a Misael, a Dany, a Edgar...

En la prepa, las amistades cambian.

Comienzas a ver o entre ver el interior de las personas. Muchas veces, el errores que muchos cometemos, es que prometemos cosas sin ver el interior de las personas primero. Sin ver con quién nos estamos comprometiendo.

Yo hice una promesa con una amiga de la secundaria, que cuando entró a mi misma prepa, dejó de hablarme y en su lugar, comenzó a divulgar mentiras de mí con nuestros amigos en común. Obvio me saqué de onda y me sentí herida, pero al ver que yo tenía mejores amigos que ella, pos la dejé ir por su lado. Que hiciera lo que quisiera, yo valgo más que eso.

Pero les prometo, de haber sabido que esto ocurriría, no le habría prometido ni un carajo. Pero en fin.

En la prepa, está la cuestión de la lealtad y la solidaridad. Ya somos amigos de alguien porque quieres serlo, y te involucras más emocionalmente.

Llegas a este punto de la vida en donde te das cuenta que no puedes ir coleccionando amigos, pero que sí puedes mantener algunos, y que los que se van, te dejan lecciones y experiencas invaluables.




Estoy en la carrera actualmente: He conocido gente increíble y otra gente no tan increíble. Tengo amigas que son mega cúl, pero claro, ahora me ando con cuidado.

Tengo 20 años, mis 20 años no son en vano, y a lo largo de mi triste vida, he aprendido una serie de cosas que intento mantener en mente y de una manera ordenada y racional a la hora de decir que alguien es o no mi amigo. He aquí estas lecciones:

1.- NO puedes querer a un amigo igual al otro, incluso cuando los hayas conocido bajo las mismas circunstancias:


Nope, no puedes. Simplemente porque la amistad se da por variedad. No les tienes la misma confianza ni la misma seguridad ni, vamos, ni siquiera los mismos temas de plática. Incluso cuando los hayas conocido al mismo tiempo, en el mismo lugar, NO se puede.


2.- El tiempo no pone límites en la amistad. Puedes conocer a alguien en pocos meses, y quererlo mucho.


Esto es algo que aprendí hace como dos años, más o menos. Tuve un problema con una amiga y quise aminorar todo el asunto por "el tiempo" que llevábamos de conocernos.

Hoy puedo decir que gracias a Diosito y Buda que entré en razón y decidí mover las cosas entre nosotras.

Karli es una parte vital de mi vida y siendo sincera, no sé dónde me encontraría ahora sin ella.

Así que no importa si conoces a alguien desde hace un mes o desde hace dos años.

El cariño, la confianza y la intimidad emocional no tienen tiempo.

3.-La lealtad es súper importante. Confianza y lealtad es la base de la amistad.


Tomen en cuenta esto: Si vas a ser amigo de alguien, tienes que entregar tu confianza y tu lealtad para que la relación funcione. Como en todo: Se necesita a alguien que quiera quererte, que quiera tenerte confianza y que quiera serte leal.

Porque a la fuerza, ni los amigos de pasillo entran.

5.- Puedes ser amigo de alguien totalmente diferente a ti:


No necesariamente tienen que ser igual a ti. Es incluso más divertido cuando hay diferencias.
Yo puedo decir que tengo una diversidad de amigos increíble. Como un arcoiris: Tengo amigos de diferentes religiones, diferentes afiliaciones políticas, diferentes hábitos alimenticios, diferentes orientaciones sexuales y románticas, diferentes hobbies y diferentes maneras de ver la vida.

Es muy educativo. Aprendes mucho de ellos, porque te amplía el panorama de las cosas. Es padre tener amigos diferentes. Créanme.

6.- No se necesita un contacto constante para saber que eres amiga de alguien:


Bueno, aquí depende de la persona, ¿Verdad? Igual, tampoco se trata de mandarlos al olvido y aún así adjudicarte el crédito de que son amigos.

Pero yo realmente pienso que no es necesario hablar con ellos diario, y verlos diario para que los consideres tus amigos.

Yo quiero mucho a mi mejor amigo Ángel y a mi mejor amiga Ale, pero los veo ocasionalmente. En casos extremos, puedo tener meses sin verlos o sin hablarles.

Pero sé que cuando ocupo algo, o que si quiero verlos, ellos sólo están a una llamada lejos.

7.- Los amigos son para que te cuiden y tú para que los cuides:


Recuerdo que pensé, las primeras veces que Diego me invitaba a salir de noche, que ese güey nada más quería sacarme de fiesta y chalalá chalalá. Realmente temí por mi seguridad, porque me pregunté si Diego se preocuparía por mi integridad una vez que yo perdiera la consciencia (o algo más importante que eso); pero cuando me puse la mega borrachera -nocierto, no fue borrachera jajajaja-, me di cuenta de que realmente estuvo ahí conmigo. Me escuchó cuando yo andaba arrastrando las palabras, y cuando me andaba yendo de lado me sostuvo.

O sea, si antes lo dudaba, ahora sé que es mi amigo y sé que incluso en mi peor borrachera, él estará ahí para ayudarme tanto como pueda.

Y obviamente, esto es recíproco. No podemos recibir sin dar.

Tus amigos te cuidan y tú los cuidas a ellos.

Es un trabajo en equipo,

7.- Hay amistades extrañas, sin etiqueta ni nombre, con muchos sentimientos de por medio y confusión total: Son totalmente normales.

Creo que todos hemos llegado a tener amistades con personas especiales.
Lo marco así, por no decir que estas amistades son ante-salas al romance. O sea, cuando te gusta alguien y eres su amigo. O cuando tú le gustas a alguien y eres su amigo. O cuando los dos se gustan y son amigos.

El ambiente es extraño; todo quema y todo enfría. Las chispas vuelan. Son buenos amigos, se ríen, son tímidos, se celan y esas mariposas de electricidad aparecen en sus estómagos cuando están juntos.

Pero son amigos.

Es algo lindo, a mí me gusta iniciar así mis relaciones. Cuando existe esa chispa de química, la amistad viene fácil y el amor también.
En mi opinión, son la mejor base para empezar una relación amorosa: tener previamente una relación de amistad.

8.- No creo en la existencia de "mejor" amigo.


Sé que constantemente estoy diciendo "mi mejor amigo Ángel" o "mi mejor amiga Ale".

Quiero decirles que estos títulos no tienen ningún valor para mí.

O eres mi amigo o no eres nada mío. Punto.

Obviamente, mi nivel de confianza, cariño e intimidad emocional difiere con la persona. Pero realmente, y desde el fondo de mi corazón, no creo en la existencia de un mejor amigo.

Porque entonces, mis mejores amigos se dividirían por las categorías.

Yazmín y Ángel serían mis mejores amigos de la secundaria.

Ale, Diian y Memo serían mis mejores amigos de la prepa.

Karli sería mi mejor amiga de la carrera.

¿Pero eso qué significaría?

No significa nada. NADA.

Yo quiero a todos mis amigos; los amo y yo por ellos me arranco los brazos.

Además, seamos sinceros, yo tengo una dificultad tremenda a la hora elegir. Yo no puedo elegir. Yo prefiero estar en medio de todo. No soy tan extremista como para decir: "fulanito de tal es mi mejor amigo en el mundo". Nope. No es mi estilo.

Así que yo, a partir de ahora, me declaro sin "Mejores amigos".

9.-Los amigos son para construir: No para destruir.


Si tus amigos te están invitando a hacer algo malo, es normal. Todos tenemos ideas malas y es comprensible. Pero si te obligan a hacer algo que no quieres, eso ya es pasarse de la raya.

Se supone que la amistad es para construir, no para echar por la borda lo que tengas.

Así que si sientes que tienes que ser alguien más, decir algo que no piensas o no crees, para encajar con ellos, mandalos a chingar a su madre.

Tú te mereces amigos que aplaudan tus ideas -por muy imbéciles que sean-; mereces que te quieran por como eres. (Bueno, depende, si eres muy pinche, pos no esperes mucha popularidad)

10.- Y, aclarando mitos, mi creencia es que LOS HOMBRES Y LAS MUJERES HETEROSEXUALES PUEDEN SER AMIGOS SIN TENER OTRAS INTENCIONES:


Yo soy la prueba de eso: Tengo amigos varones heterosexuales y yo soy heterosexual (bueeeenoooo); somos amigos y ninguna de las partes está interesada en buscar algo más. Tengo amigos de años y hemos estado así, y estamos bien. Igual y sí me ha pasado, que algunos amigos se me avientan o que yo me le aviento a algunos amigos.

Nos rechazamos entre nosotros. ¡Y eso es lo hermoso!

Una sabe cuando se puede ser amigos o se puede ser algo más. Desde el inicio aparece el click que te anuncia de manera indirecta un posible final.

Esto también aplica para los amigos de diferentes géneros con mismas orientaciones. O sea, ser gay y tener amigos gays y/o bi, pan, etc.

Se puede. Se vale. Y pasa.

Así que ya no chinguen con que no.

Igual y sí, en algún momento, mientras estás aburrida, se te ocurre pensar en cómo sería besar a tal amigo o cómo sería ser novia de fulana de tal. Es curiosidad. A veces incluso puedes tener sueños sexys con un amigo y jamás poder verlo a la cara otra vez. Es naturaleza humana.




Así que como ven, los amigos representan mucho para mí. Significan mucho para mí y yo los amo con la intensidad de cien soles.

Sí, me equivoco al elegir a las personas. Lo hago, como cualquier mortal, pero no permito que eso me amargue.

Sí, me peleo con ellos. Soy histriónica, y mega inteligente, obviamente eso se puede prestar para mal.

Sí, he lastimado y he decepcionado a mis amigos.

Sí, ellos me han lastimado y me han decepcionado.

Pero lo importante aquí es sopesar lo bueno y lo malo; saber cuando algo vale la pena y cuando no. Saber perdonarlos y saber perdonarme a mí misma.

Saber luchar por alguien y estar tranquila cuando te das cuenta de que no vale la pena.


La amistad, lo repito, es un regalo de Diosito. Y un préstamo de satanás.


Y aunque de vez en cuando, cuando me siento sola, aparece alguien a regalarme una sonrisa. Y créanme, eso vale más que los millones de euros que puedo tener en el momento.

Cuiden a sus amigos. Déjense cuidar por sus amigos. Quiéranlos hoy. Espérenlos hoy. Estén con ellos hoy.


Porque no sabemos si mañana la vida les permita estar juntos.




viernes, 20 de noviembre de 2015

Yo Nunca, Nunca...




Guau, qué intensa semana, ¿No les parece?

Un día estoy bien, al momento siguiente la vida rompe mi espíritu, después aparecen mis amigos para darme la mano y luego alguien me apuñala por la espalda, para después verme enfrentada al amor en extinción que siento por alguien y me seco los ojos con la esperanza de que vendrán días mejores.

No es tanto esperanza. Es algo que ya lo sé.

No veo la manera en que estos días se puedan poner peor, aunque otra vez, no hay que tentar a la suerte y hay que agradecer lo que tenemos.

En fin.


Tengo tanto de qué hablarles, tanto de qué quejarme, y tanto de qué preguntarles, que mi cabeza siente una presión graciosa que hace que todo me dé vueltas. Quiero vomitar hasta los sueños, pero va...

Les voy a hablar de mi fin de semana salido desde las entrañas del infierno -no tanto, pero me encanta exagerar el asunto, u know-




Diego y Yazmín son dos amigos míos desde la secundaria. Yazmín ha sido mi mejor amiga desde entonces y Diego... bueno, se unió a nuestro bando después. A Yazmín y a mí nos gusta salir a ver pelis -sobre todo de terror- y a pasear; como el par de chicas jóvenes, simplonas y burbujeantes, no esperamos mucho de la vida, tenemos muy poco de qué quejarnos en realidad y compartimos nuestros universos con apenas un par de palabras. Así somos ella y yo.

Pero añadiendo a Diego a la ecuación, todo cambia. Para bien o para mal, Yazmín y yo nos "destrampamos". Diego es partidiario de "salir de la zona de confort", de andar de un lado a otro, de estar metido en los chismes de todo el mundo y de andar organizando a diestra y siniestra convivios humanos (Ufff, los que me encantan, ya me conocen).

Habían estado -los dos, tanto Diego como Yazmín- insistiendo en que yo saliera con ellos por la noche. Habían organizado un par de salidas, pero por alguna u otra razón, yo terminaba cancelándoles (¿Ven? No son mis amigas de las carreras las únicas a las que les he cancelado); llegó el tan esperado 14 de noviembre y lo inevitable salió a relucir:

Acá en mi pueblucho, se llevaría acabo el anual festival del globo. 

¡Qué padrísimo! ¡El cielo a horas inhumanas llenos de globos aerostáticos! ¡Un chingo de frío y un chingo de personas mezcladas en un mismo lugar con la ilusión de ver globos que no tienen forma alguna si los ves de cerca! ¡Horas de hambre, largos kilómetros en medio de la nada y una incertidumbre que te carcome por dentro por saber cuánto te cobrarán en el estacionamiento!


Hermoso, en verdad.

Diego, como el lindísimo boy scoDIGO NADA MÁS ES SCOUT, SORRY, MY BAD, nos incitó a acampar. Sí, a acampar ahí, en medio del pinche parque, a media noche, en medio del pinche frío y en medio de tanta bola de gente que realmente te deshumanizan.

Ok.

Yo había tenido una semana de mierda -y les consta-, y pensé seriamente en que si me quedaba en mi casa a no hacer nada, terminaría por encontrar nuevas maneras de autodestruirme, por lo que decidí acceder.

Sí, me iría con ellos dos a acampar.


Mega NOPE.

Al final, caminé por kilómetros yo, mi música y yo misma, en medio del frío y de las masas de gente que se abrían paso alrededor de mí. Terminé por perderme y tuve que sentarme a un lado de un árbol chueco para que me encontraran Diego y Yazmín y terminé con el trasero húmedo por estar tanto rato sentada en el césped húmedo (y no sé si era por el frío la humedad o porque alguien había dejado caer su cerveza)

No acampamos.





Yo fui muy honesta con ellos y les dije la neta:

"No quiero llegar a dormir a mi casa".

Equis cómo le hacía, igual y podía terminar dormida en el carro de Diego, pero la neta no quería llegar a mi casa.


Diego nos llevó a Yazmín y a mí a un bar; por cuarta (O quinta, ya no recuerdo bien) vez usé mi IFE. Entramos y nos acomodamos en una barra que daba frente a una pared. Literalmente le estábamos hablando a la pared. Había poca música a un volumen accesible, pero había mucha gente ocupando cada rincón del lugar. Diego se encargó de pedir nuestras bebidas. Al cabo de un rato, nos trajeron pinches vasotes como de a litro con una bebida azul con hielos y un popote de plástico barato.

-¿Qué es?- quise saber antes de probarlo, OBVIAMENTE. No soy estúpida, he visto La Rosa de Guadalupe y sé cómo terminan estas situaciones.

-Crayolas- o alguna mariconada así dijo Diego. Eso no aclaró en nada mi pregunta.

-¿Pero qué tienen?-

-Vodka, B/Voss, Sprite y poquito limón-


Ok, no parecía mala idea entonces, pero viendo en retrospectiva, la neta qué pendeja me vi.

Pero equis, continúo con mi relato.


Yazmín, Diego y yo decidimos jugar al "Yo nunca, nunca...", en donde el objetivo principal es conocer los secretos sucios y oscuros de tus amigos. Se trata de levantar una mano y decir una frase como: "Yo nunca, nunca... he visto encuerado a mi primo el guapote" y si sí lo hiciste, tienes que bajar un dedo.

Obviamente para este juego se necesita algo de alcohol, creatividad y mucha honestidad.

No sé cuánto rato estuvimos jugando así, pero cuando lo noté, ya llevaba más de la mitad de mi bebida y todo me empezó a dar vueltas.

Cañón, en malísima onda.

Sentía que arrastraba las palabras al hablar y actuaba de forma un poco descontrolada -incluso para mis estándares-; le pregunté varias veces a Yazmín si no me escuchaba muy borracha y ella aseguraba que no, pero por dentro yo sentía que sí.

Hubo un momento en la noche en que, mientras sonaba bien fuerte I Want To Break Free de Queen, literalmente sentí un vacío dentro de mí y vi mi reflejo rodeada de oscuridad dentro de mí. Como si fuera una extraña en mi propia piel.

Bastante extrañísimo.

Sentía que no me conocía; miraba mis manos y no les hallaba forma; Sentía que mis brazos y piernas temblaban y que el calor dentro de mi cuerpo se iba extendiendo. Rarísimo.

Entonces vino el golpe y todo terminó mal.



Todo daba vueltas, los oídos me zumbaban y sentía algo creciendo en mi interior. Cuando me bajé del banco alto y mis pies tocaron el suelo, inmediatamente vomité.

Vomité por todo el pasillo, vomité incluso cuando me tapé la boca para detenerlo, vomité incluso cuando me incliné para forzar a mi estómago a retener todo.

Vomité por todo el lugar, vomité por toda mi chamarra y vomité por todas mis manos, ensuciando el cabello que me caía en la cara y todo mal.

Malísima onda.

Le pedí a Diego que me trajera papel para limpiar todo mi desmadre, pero él aseguró que pasaría desapercibido porque "parece lluvia".

Vomité puro alcohol.


Saqué de mi cartera dos billetes de cien y se los di para que pagara mi parte y me senté en una silla de madera, recargué mi cabeza en mi brazo y le pedí a la deidad dentro de mi universo espiritual que no me dejara morir de esa manera tan poco glamourosa.
Cuando me hablaban, yo les respondía en señas, porque, pues, FUCK EVERYTHING, SÉ SEÑAS.
Tuvieron que sacarme casi cargando porque me iba de lado y todo bien feo. Me metí en la parte trasera del auto y me quedé recostada mirando al techo; Yazmín me puso de lado, según ella, para que no me fuera a "ahogar".


Les juro, malísima onda.


Ya no les cuento que nos detuvo el tránsito porque a Diego se le apagó el coche. No les cuento que le pidieron 700$ como mordida para dejarnos ir, porque si no, habría sido llevarse a Diego al tambo, su carro al rincón y que alguien tuviera que pasar por Yazmín y por mí. Ya no les cuento en qué terminó todo esto.

Sólo les diré que cuando desperté, la luz de la mañana me daba en la cara, el cielo era claro, el frío era dulce y el asiento trasero del carro de Diego jamás me pareció tan cómodo que la noche anterior.


Ugh.






El domingo por la tarde, un mensaje llegí a mi celular. Era una amiguita que voy a mantener en el anonimato porque qué oso que se enteren de mis problemas personales. Ya bastante caos mental les causo con mis problemas existenciales como para añadirles dolores de cabeza con los personales, so, prosigo:

Esta amiga me mandaba mensaje para charlarme un poco acerca de su fin de semana. Resulta que el sábado, mientras yo estaba luchando contra el frío, la oscuridad, los sentimientos de melancolía y el alcohol haciendo de las suyas en mi estómago, ella salía a cobeber con un güey que a mí me gusta un chingo.

Mi amiga lo sabe. Sabe que me gusta un chingo este hombre y decidió salir con él. Ellos dos. Solos.

Al principio, a causa de mi estado mega amensado, como que no entendí bien lo que me quería decir; después cayó sobre mí como una cubeta de agua fría. El sentimiento de ira, de confusión, de tristeza, de inseguridad y otra vez de dolor llegó a mí. Todo me atacó al mismo tiempo.

¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿QUÉ?

Me lo tomé bien al principio, pero mientras me hacía ideas descabelladas en mi disfuncional e inestable mente, los sentimientos siguieron apuñalando mi corazón. Los ojos se me llenaron de lágrimas.

Quise bajarle a mi histrionismo diciéndome que yo no tengo derecho sobre este güey porque no es nada mío, y que si a mi amiga la invitó, fue por algo, y que si ella accedió, fue por algo, y que si él no me había invitado a mí, o siquiera se le hubiera ocurrido mi nombre cuando se le ocurrió la invitación a él, pos fue por algo.

Tomé mis sentimientos y los hice pequeños para guardarlos en un cajón del olvido dentro de mi ser. Pero no se los voy a negar, me sentí traicionada, me sentí estúpida, me sentí usada, me sentí humillada.

Herida y humillada.

Pero es mi amiga... ¿Cómo podría hacerme algo así?

Lo vi por todos lados e intenté darle una justificación:

Lo hizo sin pensar; lo hizo en el calor del momento. Lo hizo porque ni modo de rechazarlo; lo hizo porque ella tenía ganas de salir. Lo hizo y no tiene nada de malo, porque ni él ni yo somos algo en concreto. Lo hizo, pero me sigue queriendo a mí. Lo hizo, pero me prefiere a mí que a él...


Pero lo hizo sin pensar en mis sentimientos; lo hizo porque de verdad no hubo espacio para mí en su razón a la hora de elegir una respuesta. Lo hizo porque sería la tercera vez que lo rechazaba. Lo hizo porque tenía ganas de salir, porque está en edad de salir y porque tiene su derecho a salir. Lo hizo y eso no representa que haya ido a mayores con él, porque eso a mí no me interesa, no es mi asunto, porque ni él ni yo somos nada en concreto. Lo hizo, pero no me quiere a mí. Lo hizo, pero no me prefirió a mí sobre a él.


Lo hizo.

¿Y yo qué hice?

Al principio me molesté, pero después elegí seguir con una amistad que se tambaleaba por culpa de algo tan tonto y tan púber como esto.

Pero después de dos días de estarla evitando, parece ser que agoté su paciencia.

¿Qué podía sentir yo?

Yo estaba muy triste por lo que había hecho, porque sentí que todo lo que yo le había contado, lo que le había dicho, lo que le había confesado, no había tenido peso en ella. Mis palabras no significaban nada para ella. Ni mis palabras, ni mis sentimientos, ni yo misma.

Pero estaba más triste porque es una amiga a quien yo quiero mucho, muchísimo. Porque yo quiero que sigan las cosas como eran antes de esto, y porque yo quiero creer que esto no significa que sea el final de nuestra amistad.

Pero no sólo rompió mi corazón, sino que rompió mi confianza, mi seguridad en mí misma, mi tiempo y mis ganas de seguir con esto.

*Suspira largo y tendido*

Debo asegurar, nunca había pasado por algo similar, y eso me amarga mucho porque no sé cómo responder, cómo reaccionar, con quién acudir o a quién escuchar...

Pero después recuerdo que tengo 20 años y obvio no tengo las respuestas a todos los problemas que me vayan a suceder en mi existencia.

Me pudre pensar que me volví a equivocar. Me duele la vanidad, el orgullo, mi autoestima y me duele muchísimo mi amistad con ella.

Llegué a la conclusión de que me voy a dejar de estresar por esto, por él, por ella y por mí misma. Voy a dejar que las cosas fluyan, y que se quede quien se tenga que quedar y que se vaya quien se tenga que ir.



Para acabar de chingarme la existencia, ese mismo domingo, en la noche, que me llega otro mensaje.

Era de un número sin nombre, sin cara.

Decía mi nombre en diminutivo, aunque a decir verdad, me pareció algo confuso porque hay mucha gente que me llama en diminutivo. Pero la foto de perfil era inolvidable; ese avatar en blanco y negro no lo olvidaría en mucho tiempo.

Era este hombre, de quien les hablé hace algo de tiempo. Al súper mega inteligentísimo que resultó ser medio sociópata conmigo. 

Me hablaba para disculparse conmigo por "cómo me había tratado". Porque, después de una semana y dos días de nuestra separación, por fin entendió que lo había hecho mal. Que se había equivocado y que su egocentrismo me había orillado al límite de una relación más o menos digna y de amor.

Me dio gusto que me haya pedido perdón, porque entonces entendí que necesitaba eso, necesitaba saber que él estaba arrepentido de haberme tratado como me trató.

Pero también me reventó la madre porque entonces caí en cuenta de cuánto lo extrañaba; de que mi ser aún se aferraba a él, pero que no me había dado cuenta por tanto asunto que había tenido que manejar en mi vida.

No les voy a mentir:

Me gustó que me hubiera mandado un mensaje, me gustó que aún conservara mi número. 

Pero no me gustó que sentí que me estaba pasando por encima otra vez -y no en el sentido sexy de la oración-; no me gustó porque sentí otra vez esta necesidad de querer quererlo. No me gustó porque fue como abrir los ojos y darme cuenta de que no estaba aquí, conmigo. Y de que no estaría en un largo tiempo, probablemente nunca.

Me gustó que me tuviera presente, pero no me gustó que me hiciera sentir necesitada otra vez.

Así que después de agradecerle por haberse disculpado, y de haber aceptado su disculpa, le pedí -después de un par de preguntas- que me borrara ahora sí, que no me parecía justo hacer que lo extrañara, porque yo iba bien (bueeeeeno, másomenos) con mi vida.

No es justo ir y venir, decir y escuchar, hacer y deshacer en mi mente, en mi corazón y en mi existencia.

No es justo.

Y por mucho que aún me guste, por mucho que aún lo quiera, y por mucho que aún me duela, de verdad no quiero pasar por esto otra vez.




Así que como ven, mi fin de semana estuvo medio culero. La siguiente semana -o sea, esta, que se termina- estuvo medio culera.

No sé qué va a pasar con  mi creciente alcoholismo -les aseguro, es algo muy profesional, y muy artístico. Tomo porque me siento con ganas de sentirme en la misma dimensión universal que Stephen King, no porque me sienta triste o feliz-.

No sé qué va a pasar con mi amistad con esta chica. No sé lo que vaya a fracturar mi círculo de amistades. No sé cómo vaya a enfrentar tantos rumores, preguntas y miradas ajenas.

No sé qué va a pasar con este chico. Si me vuelve a buscar, tengo miedo de caer en su juego, pero confío en que el amor que profesa por mí es lo suficientemente fuerte como para mostrarme algo de respeto ahora y que se apegue a mi decisión de separarnos.

No sé qué va a pasar de ahora en adelante.

A veces siento que camino con los ojos vendados y no hay nada que pueda ayudarme a mantener el equilibrio. A veces siento que exagero un poco las cosas.

No sé cómo voy a enfrentar lo que se viene.

Pero algo les aseguro:

No voy a perder mi sentido del humor...


Porque yo nunca, nunca he dejado de buscarle el sentido artístico a la vida.

*baja toda la mano*







viernes, 13 de noviembre de 2015

El Latido De Un Corazón Roto









¿Qué decirles, amigos?

¿Les miento y les digo que estoy bien, que estoy siendo optimista y que todo va a pasar pronto?

¿O les digo la verdad?...



Ando muy inútil últimamente. No tengo cabeza para nada.

No puedo comer bien. No puedo pensar bien. No puedo descansar bien. No puedo concentrarme bien. Y no les voy a mentir, hasta el miércoles me di cuenta de que aún podía escribir -ya saben, tener ganas-.




La verdad...


Revivir dolor es una idea descabellada, pero no cuenta, porque "revivir" implica que murió. El mío está fresco, está presente y temo mucho que sea eterno.


He hablado sobre la muerte; muchos de ustedes me han escuchado, me han leído... saben cuál es mi opinión con respecto al asunto. A veces pienso en la muerte, en la ajena y en la propia. A veces pienso lo que sucederá en el mundo cuando mis padres mueran, o mi hermana muera. Cuando mi mejor amiga Ale muera o cuando mi mejor amigo Ángel muera.

A veces lo hago. No puedo no pensar en ello. Es una realidad tan inevitable, que procuro prepararme mentalmente.

Pero no les voy a mentir: hay ciertas personas que nunca aparecen en estas fantasías escabrosas.


Mi tío Gerardo es una de esas personas.



Hay algo que tengo muy presente que alguien de mi pasado me dijo y es algo que no puedo olvidar:

Me dijo: "Las personas no nos pertenecen, por lo tanto, no podemos perder a alguien".

Tiene sentido. Pero claro, cuando me dijo eso, las cosas eran diferentes. Hace dos años me dijeron eso y lo he tenido muy en cuenta. En mi mente se tatuó. Y no puedo deshacerme de sus palabras.

"Las personas no nos pertenecen, por lo tanto, no podemos perder a alguien"

Es cierto. Yo no perdí a alguien.


Estoy intentando ser fuerte. Estoy intentando buscar la luz en su muerte. Le estoy echando ganas, amigos, de verdad.

Pero a veces no puedo. No puedo.

Es normal sentir dolor, yo lo sé, es normal llorar y sentirse mal.

Pero esto ya evolucionó a algo más.

Esto no es dolor, no es tristeza. No sé qué sea.


No puedo respirar. Mi respiración es en base a suspiros largos, incómodos y poco saludables. Siento como si una especie de peso invisible hiciera presión sobre mi pecho.
No puedo comer. Mi comida se ha basado en básicamente mucho café, manzanas y pan. Es todo. Y aún así, no puedo deshacerme de la sensación de vacío en mi estómago. Es algo extraño. Es como entre hambre y saciedad. En cuanto comienzo a comer, me da un asco terrible y tengo de vomitar hasta los sueños.
No puedo concentrarme. Mi mente vaga de aquí a allá. No se detiene en un lugar fijo. Nada interesa, nada importa. Sólo pienso en regresar a mi casa a dormir. Sólo pienso en el momento en que pueda estar sola. Sólo pienso en lo mucho que tengo que hacer, pero que no haré.
No puedo estar con alguien más. No quiero estar con alguien más. No quiero estar aguantando sus miradas de lástima; no quiero estar fingiendo que estoy bien y teniendo que poner buena cara ante alguien. No quiero tener que estar respondiendo preguntas insulsas. No quiero tener que ser abrazada y ser recordada de que debo estar mal, debo estar destruida.
No puedo evitar sentir que debo buscarlo, que en cualquier momento aparecerá caminando por los pasillos de mi escuela; que quizás recibiré una notificación de él en facebook. Que quizás cuando pase cerca de su lugar de trabajo, me salude y me sonría con cara seria. Que tal vez algún profesor se dé cuenta de que somos parientes. Que a lo mejor algún compañero necesite algo de la biblioteca y se le ocurra pedirme a mí ayuda porque "es mi tío y a ti sí te hará paros".


Es casi un reflejo volver el rostro para buscarlo con la mirada y darme cuenta que no hay nadie ahí. Es como un golpe en el estómago caer en cuenta que no va caminar por ahí otra vez. No como yo espero.




Esto no es dolor. Esto es algo más.

Literalmente, el dolor que siente mi alma se transformó en dolor físico. Me duele el estómago -creo que comenzaré a desarrollar colitis nerviosa o alguna mariconada así-; me duele la cabeza, constantemente tengo muchos deseos de dormir. Respirar me duele. Caminar me duele. Incluso llorar es doloroso. Las lágrimas no son lágrimas de tristeza. Son lágrimas de ácido que queman mi piel.
Me duele la garganta como la puta madre y siento que me están arrancando los órganos por dentro.


Preferiría sufrir todo esto a cambio de que no hubiera razón de sufrirlo.



Me siento sin rumbo. Perdida. Desorientada. La gente me habla y no sé qué decir, no sé cómo responder, no sé qué hacer.

No sé si mentirles o si decirles la verdad.

¿Pero cuál es mi verdad?

La verdad es que esto no me lo imaginaba, ni en el más profundo círculo de mi infierno personal. Esto es real. Esto está pasando. Aquí. Ahora.


Estoy triste. Me siento muy triste y si por mí fuera, pasaría el día llorando, tumbada en el suelo, sin hacer absolutamente nada.

Estoy confundida. No entiendo nada. No sé qué pasó, no entiendo porqué pasó, no comprendo cuál es la situación.

Estoy enojada. Quiero gritarle a las personas. Me siento molesta, insatisfecha. ¿Por qué no se mueren otras personas en vez de él? ¿Por qué no me dejaron despedirme apropiadamente de él? ¿Por qué no me morí yo?; no hay día en que no me haga estas preguntas. Amanezco molesta.

¿Por qué no me morí yo en lugar de él?

Hubiera preferido morirme yo.

A la mierda conmigo. No me importa morirme. Lo prefiero. Prefiero morir yo a que él hubiera muerto.

Equis conmigo.

Algunas personas sufrirían, pero se les pasaría al cabo de un tiempo. No se compara al dolor y ausencia que dejó mi tío atrás.

Desearía haber muerto yo.


¿Por qué no me morí yo?



Y mientras estas cuchillas afiladas se deslizan por mi garganta, rompiéndome la voz, yo me veo en la penosa necesidad de andar explicando mi situación.

Alejo a las personas sin darme cuenta.
Soy grosera con ellas.

Y yo sé que no hay necesidad de explicar algo, porque yo no le debo nada a nadie, pero lo hago porque no quiero que existan malos entendidos.

No espero que lo comprendan, pero sí que lo sepan.


Camino por veredas de cristales rotos, directo al infierno. Es un infierno frío.

Y voy descalza, y voy sin abrigo alguno. El cabello me tapa los ojos y mis rodillas tiemblan demasiado.

No miro por dónde voy. Sólo sigo caminando, porque yo misma me he convencido de que seguir caminando me sacará a algún lugar.

¿A otro infierno, más cálido quizás? A lo mejor.


Tengo fe en que al final de este camino, encuentre algo de luz, un hermoso césped verde y hermosas nubes grisáceas.


Soy una persona excesivamente dramática que puede rayar en el histrionismo. Siento demasiado. Pienso demasiado.

Pero de verdad, me siento como en pausa.

Miro a la gente salir a hacer sus vidas; miro a mis compañeros que hacen sus vidas sin tener ningún pendiente, tan ligero el tiempo y tan apresurado el ambiente. Miro a mis demás tíos, tías, primos y primas que continuan como si nada hubiera pasado. Miro a mis padres, y ellos aún tienen el dolor en sus ojos, una punzada latente. Miro a mi hermana y veo sus redes sociales donde ella hace público su pesar y su luto para sanarse así misma.

Y luego me miro a mí misma en el espejo y no sé lo que estoy mirando.

No estoy ahí, en mis ojos. No estoy aquí, debajo de mi piel.

Es como si me hubiera ido a otro lado; como si me hubiera muerto en vida.


Probablemente fue así. He muerto en vida, por segunda ocasión.



Pero no todo es malo y oscuro. Hay cierta calidez en las cosas que me rodean, aunque no pueda acercame mucho a ellas.

He presenciado actos de generosidad, casi siempre enfocados hacia mí, por parte de extraños, compañeros y amigos.

Sé que muchos recuerdan a mi tío por sus cosas buenas; se quedaron de él una imagen buena y digna de ser recordada.

Me siento acompañada, incluso cuando estoy sentada por mi cuenta afuera de mi salón escuchando música triste.

Sé que muchos desean que esté mejor pronto. Sé que muchos se preocupan por mí.

Se los agradezco, lo aprecio mucho y lo guardo en mi corazón.


Mi tío Gerardo aka "Pipollos", es más que un tío para mí.

Fue mi primer amigo adulto.

Fue mi primer fan.

Fue el primer adulto en tenerme fe cuando le dije que quería ser escritora -o sea, incluso por encima de mis propios progenitores-

Siempre estuvo ahí, alentándome a perseguir lo que yo más deseaba en el mundo -que era convertirme en escritora-; siempre se preocupó por mi arte, por mi bienestar y por mi felicidad. Me acompañó durante la mayor parte de mi infancia. Estuvo sosteniéndome con sus brazos fuertes en los momentos de verdadera desolación y estuvo iluminando mis días con su sonrisa afable y sencilla.

No tienen idea de lo mucho que aprendí junto a él, lo mucho que aprendí de él.

Y creánme cuando les digo que estoy en verdad agradecida con la vida, Diosito, Buda, Satanás o cualquier deidad o fuerza cósmica del universo que me permitió coincidir en esta vida con él.

Hay muy poca gente con tal fuerza en su luz.

No lo digo porque es mi tío. No lo digo porque es mi mejor amigo adulto. No lo digo porque es mi primer fan. No lo digo porque lo amo con la intensidad con la que se puede amar y admirar a un maestro, a un amigo, a un padre.

Lo digo porque es cierto.

Porque ustedes coincidirían conmigo de haberlo conocido como yo.



Es una sensación agridulce la que me está envolviendo en este momento.

Estoy triste y quiero morirme, pero al mismo tiempo, estoy sonriendo por todo lo que he recordado para escribir esto.

Tengo ánimos de seguir y dedicar una parte de mi ser a él, pero tengo miedo de quedarme en una sombra de olvido y definitivamente decida olvidarlo para ahorrarme dolor.


Le estoy echando ganas. Estoy haciendo lo mejor que puedo.

Me río muy alto, hago chistes, voy a la escuela, salgo con mis amigos, contesto whatsapp, sigo ignorando a mis exs, sigo interesándome en conocer a las personas, sigo ampliando mis playlist, sigo escribiendo, sigo teniendo demás emociones, sigo ocupándome de mi vida, sigo respirando...

Porque estos latidos de un corazón roto siguen siendo latidos.

Porque este corazón roto algún día sanará y lo único que quedará de aquella pesadilla de hoy, hace ocho días, será una máscara de Blue Demon, una camiseta del pumas y los ojos llenos de vida de Pipollos.

Porque estos latidos sordos me sacarán de este infierno que he decidido dejar atrás.

Porque este corazón roto seguirá siendo mío y seguirá perteneciendo a mi ser y es lo que mantendrá a mi cuerpo en pie.

Y porque voy a echarle muchas ganas.

Porque él no se merece esto.
Porque yo no me merezco esto.
Porque ustedes no se merecen esto.


Y porque el dolor es inevitable, pero sufrir es opcional.

Y voy a llorar lo que tenga que llorar. Me va a doler lo que me tenga que doler. Voy a pasar por lo que tenga que pasar.


A veces, cuando siento que el dolor me ahoga y siento una presión en la cabeza que me hace creer que me voy a desmayar en cualquier momento, escucho un susurro en el viento diciéndome :"Todo estará bien".


No sé si sea Diosito (O satanás, puede ser, no sabemos). No sé si sea Gerardo, aka, Pipollos. No sé si sea yo misma. No sé si sea mi esquizofrenia. No sé si sea el exceso de café corriendo por mis venas. No sé si sea mi alcoholismo que me invita a dejarme seducir por esa hermosa y exquisita botella de Vodka que vi en el súper el otro día.

No sé lo que sea.


Pero si de algo estoy segura, son de tres cosas:

-La vida es así. Quejarme y llorar no va a cambiar nada.
-Stephen King es el hombre más cúl del mundo.


-Yo seguiré siendo su chinita y él seguirá siendo mi pipollos.


Y este amor, estos recuerdos y esta luz, NADIE, me lo va a quitar.







sábado, 7 de noviembre de 2015

Cómo Querer A Un Abusivo




Me siento en una licuadora, siendo destruida por cuchillas de metal filoso que me desmiembran cada vez más, y me revuelven con un mix de sentimientos: Ira, confusión, miedo, tristeza, melancolía, amor, alegría, dolor y más tristeza. Como un corazón roto que sabe lo que está haciendo. Es difícil explicarlo, probablemente no me vayan a entender.

Llevo sintiéndome así un par de semanas y creí que mejoraría, que quizás tenía que ver con el periodo menstrual que estaba próxima a enfrentar, que quizás era el nerviosismo y ansiedad agudos que me estaban apuñando desde el centro de mi cerebro por conocer el estado de salud de uno de mis tíos favoritos. Quizás era porque me estaban atiborrando de tareas en la escuela y a mí cada vez eso me estaba (está, todavía, la neta), importando menos. Quizás tenía que ver con el hecho de que mis amigos estaban de insistentes para que saliera con ellos. Quizás era todo y era nada. Quizás era el desequilibrio químico de mi cerebro.

Esta presión en mi pecho, literalmente, estaba arrancándome suspiros demasiado largos para ser considerados saludables. No podía concentrarme. No podía importarme algo más, alguien más. No podía querer salir a hacer mi vida. No podía. Estaba demasiado abstraída por este asunto, que llegué a un punto en el que me perdí totalmente.
Dejé de ser yo. Ya no era yo.



No les voy a hacer el cuento largo -Odio los cuentos largos y en exceso tristes. Este es uno, así que les ahorraré a ustedes, y a mí misma, el tortuoso camino al dolor seguro-


Esta historia se remonta a eso de junio, julio, ni siquiera sé con exactitud cuándo inició todo esto, pero deben saber que por entonces yo no estaba del todo bien. Seguía en una "relación" tóxica y estaba hecha un desmadre total. Personas en común me acercaron a este hombre y gracias a un comentario bastante gracioso y filoso, fue lo que un interés genuino nació dentro de mí por él. No voy a decir su nombre, no es necesario.

Puedo asegurarles, realmente me daba curiosidad. Por lo general, la gente me causa curiosidad, pero ese sentimiento se desvanece apenas y los escucho dar un par de opiniones. Mi curiosidad e interés por él no se fueron.

Me sentía extasiada.

Este hombre era tan gentil, tan dulce y tan lindo conmigo, que me volví un poco loca. No es por ser mamona ni nada, pero la verdad es que me espantaba por lo buena onda que era conmigo. Así de loco el asunto.
Era dulce, era compasivo, detallista, mega inteligentísimo y buena onda. Todo un caballero.

Naturalmente, una luz se encendió dentro de mi cabeza y sacó a relucir mis inseguridades: ¿Él es así con todos? ¿Nada más conmigo? ¿Siente un interés por mí? ¿Lo dirá en serio? ¿Qué querrá de mí? ¿Qué es lo que gana con todo esto?

Lo seguí tratando, cada vez más, y cada vez más me gustaba lo que encontraba. Era totalmente fantástico. Me sentía muy feliz, aunque nunca en mi cabeza se me ocurriera la idea de que fuéramos amigos.

Entonces, llegó lo inevitable. Terminé con esta relación tóxica porque era tiempo y ya estaba harta.




Tan aliviada como desgastada estaba. Estaba feliz de haberme deshecho de esta persona, pero una parte de mí anhelaba demasiado de ella. No se puede esperar mucho de las personas, amigos, tengamos esto en mente. Él estaba ahí, cerca de mí, para ofrecer lo que yo pudiera necesitar.

Obvio me fui con cuidado. No quería caer en el eterno "clavo que saca a otro clavo", porque este hombre no se merecía eso de mí. Me fui con cuidado, amigos, lo cierto es que lo hice. Casi a puntitas anduve junto a este hombre, por temor a caer y que fuera un sentimiento fantasma.

Entendiéndose "sentimiento fantasma" como una fantasía de un sentimiento que no existe. Ejemplo: Enamorarme de este hombre creyendo que es amor de verdad, cuando sólo estaba ahí cuando yo estaba vulnerable y frágil y con la necesidad de sentir algo.

Fui cuidadosa. Puse mis barreras y me mentalicé para conducirme por esto con cuidado, para llevar las riendas de mi corazón, mi cerebro y mis hormonas y no dejar que se escabulliera por debajo de mi piel. Lo hice. Me cuidé tanto como pude.

Pero creo que no fue suficiente.

Mientras pasaba el tiempo, más lo descubría, más me gustaba, más cosas sentía y más control de la realidad perdía. Yo solita me até a él, incluso cuando ya me había dado un motivo para desconfiar de él -y es que al inicio, me ocultó/omitió la relación en la que se encontraba con otra chica-.

Pero no me importaba. Yo quería seguir ahí, con él.


Este vínculo siguió creciendo, cada vez más fuerte y cada vez más intenso.

Entonces, comenzaron los problemas.

Nunca fue muy adepto y abierto a aceptar mis constantes chistes sobre la muerte -en general, mi propia muerte-, así que eso nos dio bastantes problemas. Me parecía lindo que se preocupara, pero en extremo me estaba cayendo mal. ¿De verdad tan poca fe me tenía? ¿Me creía lo suficientemente dañada y/o desesperada para hacerlo? Me ofendía un poco, en realidad, que a cada chiste que yo pudiera sacar, él se espantara montones.

Fue lindo al principio, pero demasiado comenzaba a estresarme.

Tuvimos más problemas, naturalmente, pero a mí me parecían algo exageradas nuestras peleas. De verdad sentía que hacíamos dramas de cosas de nada. Pero en fin.

Y entonces, gracias a esto, conocí otra faceta de él.


Era frío y cruel.

Decía demasiadas cosas que realmente me herían, en mi vanidad, en mi autoestima, en mi corazón. Cosas directas, cosas crueles, cosas innecesarias.

Decía que yo era una grosera -la persona más grosera con la que hablaba-, decía que era tóxica, que destruía todo lo que tocaba, que por eso la gente me dejaba y cosas así. Obvio me causaba un shock de la impresión. Alguien que decía quererme... ¿Por qué me diría cosas tan insensibles?

Yo le alegaba siempre que: "entiendo que te pedí sinceridad y honestidad, pero siempre hay maneras de decir las cosas".

Este hombre me hablaba como le podía hablar a la pared. Sin la más mínima sensibilidad de su parte, sin ser considerado me destazaba, cada parte de mi autoestima la pisoteaba.
Y se escudaba con la excusa de "ser honesto", cuando ser honesto no te da permiso de destruir a alguien.

Me parecía curioso que me dijera cosas tan horribles y después aseguraba que me quería, que le gustaba y chalalá chalalá.

Curiosa su manera de amar. Destruirme por completo y entonces amarme desde las cenizas.

Y yo lo soporté. Le soporté mucho.

Sus malos tratos, sus humillaciones, sus burlas, sus groserías -como dejarme en visto por horas y horas y tenerme como pendeja esperándolo, etc.-; le aguanté su mal humor, sus pésimas actitudes y su manía de querer cambiarme.

Lo soporté, porque creía en él. Porque quería tener fe en él. Porque quería quererlo.


Las cosas no pararon ahí; sus ganas de acabar conmigo evolucionaron y se mudó a mi cabeza, en donde comenzó a hacer y deshacer.

Manipularme como lo hizo no es bonito. Chantajearme como lo hacía no era bonito. Abusar de mí no era bonito.
Y soportarlo tanto por una estúpida fe ciega y utópica no fue bonito.

Cerraba los ojos y pensaba en lo que tenía con él, en lo que me hacía sentir, era suficiente como para ponerlo de contrapeso con todo lo malo que pasaba.

Pero era agotador, era inconsistente y me sentía en la montaña rusa de Destino Final 3.

Era un ir y venir, un arriba y abajo y un izquiera y derecha. Todo en tres días. Y yo por dentro sabía que terminaría mal, que acabaría deshecha.

No me equivoqué.

Me cansé de llorar. Me cansé de sentirme mal conmigo misma. Me cansé de aguantarle sus tonterías. Me cansé de engañarme a mí misma. Me cansé de quererlo.

Me cansé.


No podía seguir aguantándolo, cuando todo lo que él hacía se veía reducido a nada por unas palabras, por unas actitudes.

Él lo sabe, porque se lo dije.

Cuando estábamos bien, era todo hermoso, y todo valía la pena y todo estaría bien y todo brillaba y yo tenía ganas de ver la luz de otro día y yo quería estar ahí para tomar su mano y abrazarlo y besarlo hasta que el mundo se acabara. Estaba dispuesta a casi todo. A saltar de un acantilado con los ojos cerrados si me lo pidiera. A deshacerme de mis viejos -y no muy sanos- hábitos. A decirle que sí cuando todos me decían que dijera no.

Pero cuando estábamos mal, era un verdadero infierno. Jamás había sentido tanto frío, jamás había conocido a alguien tan... tan así. Tan infernal. Sacaba desde lo más profundo de mi infierno personal a los demonios más peligrosos para torturarme.

Era tan diabólico lo que hacía. Divinamente diabólico.

Y yo estaba hecha una pendeja total, porque sus cualidades me habían alumbrado tanto que terminé por quedarme ciega.

Mis amigos me decían: "No sé cómo lo soportas", "Yo no lo aguantaría", "Ya mándalo a chingar a su madre".

Pero yo pensaba: "O sea, sí... pero... no".



Un día, simplemente estalló la bomba de tiempo y quiso dejarme.

¿Por qué?

Porque no modificaba mi comportamiento entorno a la muerte. O sea, seguía haciendo chistes de ello. Él se hartó y quiso dejarme; dijo que no podía seguir viviendo así con alguien que le causara tanto estrés como yo, que era desconsiderado de mi parte hacerlo sabiendo la historia que él tenía con alguien de su pasado que tristemente falleció.

Le pedí que lo reflexionara, que no por algo que yo podía cambiar iba a tirar todo por la borda.

Insistió en quererme dejar y bueno, yo no peleé más. Accedí a su petición y le dije que estaba bien, que yo entendía que era desconsiderado y egoísta incomodarlo de esa manera, así que lo más sano y mejor para nosotros sería si nos separábamos.
Entonces me cambió el juego y me acusó a mí de querer tirarlo todo por la borda y obvio me quedé como: wtfffff????? WHAT THE SERIOUSLY FUCK IS WRONG WITH YOU?


Esa noche, después de "contentarnos", dormí con un sentimiento raro en mi estómago. No era dolor. No era tristeza.
Era ira.

Ira pura.


¿Cómo se atrevía a amenazarme así? ¿Cómo se atrevía a echarme en cara lo que yo hacía mal, cuando él también lo hacía? ¿CÓMO?

Así que ideé un malévolo plan que Karla Michelle me inspiró -Nocierto, ella no tiene nada que ver, pero cuando estaba platicando con ella se me ocurrió, por eso me gusta decir que es de su autoría para joderla un rato-.

Lo que haría sería inhumano, sería cruel y muy malvado, pero se lo merecía. Él se lo había ganado.

Lo consulté con varias personas y al final, me decidí por hacerlo. El 80% del sondeo aseguró que estaba en mi derecho.

Haría que me quisiera más, me volvería totalmente irresistible para él y le robaría más sentimientos y más suspiros y haría crecer de amor a su frío corazón y luego lo mandaría a la chingada, sin ningún remordimiento. Cuando yo estuviera segura de que él no pudiera amarme más, entonces le rompería el corazón.

Ya sé, ya sé, eso es algo inperdonable, sé que es cruel, y es de perras malditas hacer eso. Pero entiéndanme: Estaba molesta, estaba herida, estaba humillada y me sentía totalmente usada.

Quería que él sufriera, que él entendiera mi dolor. Quería que él aprendiera una lección, para que cambiara su manera de ser tan cortante y hórrida y tóxica. Lo quería. Casi necesitaba esta venganza como necesitaba el aire.

Pero, con el tiempo, vi que sería imposible.

Cada vez que hacía algo para hacerlo caer más y más, la única que caía era yo. Porque me encariñaba más y más y más y más y esto no se detenía.

Karli me dijo algo que me hizo reflexionar: "Si lo vas a hacer, al menos asegúrate de que no vayas a salir herida".

Y para cuando parpadeé, me di cuenta de que estaba hasta el cuello de metida. No podría dejarlo, no así y no podía hacerle eso. No podía. Lo quería. Me gustaba. No podía. No podía dejarlo, no quería dejarlo.

No quería vivir sin él.



Así que me callé mis quejas y mis suspiros y seguí con esto.

Los problemas crecieron; los sentimientos también y entonces mi futuro se vio nublado por él. Antes me gustaba imaginármelo en mi futuro, como una persona que ocupara un lugar tan grande que ni siquiera yo pudiera sacarlo de mi vida, pero no. Demasiados problemas terminaron por ahogarme y sus pisotadas terminaron por extinguir el amor que sentía por él.

Se lo dije, amigos. Siempre fui tan honesta como él como me permitía.

Él decía que lo que necesitaba para querer terminar esto eran mentiras de mi parte. Y yo le dije que lo que necesitaba para querer terminar esto eran más problemas.

Problemas idiotas, problemas imbéciles y sobre todo, problemas a los que siempre quería adjudicarles mi nombre.


Fucking nope.

En una ocasión, me agarró de mal humor. Había tenido un pésimo día en la escuela y había llegado a mi casa a que me gritonearan un poco más. Y este hombre había decidido ponerse cortante y grosero conmigo, así que me orilló a dejarlo. Me enojé y le dice de cosas, le dije que era grosero, que era vil y que yo estaba harta de sus humillaciones y que quería que ya no me hablara nunca jamás.

Él me pidió lo mismo que yo una vez le pedí: Que lo pensara bien.

Y bueno, lo hice. Lo pensé bien y aunque en mi interior hubiera una flama de amor vívido por él, la mayoría de mi ser lo rechazaba. Tenía que dejarlo. Pero no quería hacerlo. No quería estar sola.

Así que no lo hice.



Viví así, con él, un par de semanas más, pero esta pudredumbre comenzaba a pasarme factura tanto física como emocionalmente. Me estaba destruyendo más de lo que planeaba permitir.

Este amor que sentía cambió un poco de dirección. Se vio eclipsado por otros sentimientos de una naturaleza no tan amigable.

No importaba lo bonito que pudiera decirme -porque, ¡Vaya, qué hermoso sabe escribir!, ¡Qué manera tan exquisita de expresarse tiene él!-, había algo en el ambiente que literalmente no podía controlar. Era incomodidad. Era maldad. Era dolor. Era confusión.

Era frío. Mucho frío.

Más frío del que los dos podíamos soportar.

Lentamente comencé a alejarme y a deshacerme de todo esto. Abrí mis manos y permití que este amor, esta historia y su esencia se escurriera entre mis dedos. Yo no iba a detener nada. Era incapaz de detener algo.

Él no iba a cambiar por mí.
Y yo no iba a cambiar por él.


Finalmente, llegó el día en que ambos pusimos en la mesa nuestras cartas y hubo un momento de la noche en que su inútil y desconsiderado sentido del humor retorcido de verdad me jodió. Eso fue lo último que terminó por convencerme de que terminar esto era lo mejor para mí, para él, para los dos.


Insistió en que yo podía ayudarlo a mejorar, que chalalá y chalalá.

No caí ante su chantaje emocional -muy propio de él-
No caí ante su manipulación de los hechos. No caí en su victimización. Ya no.



Esto se terminó, amigos.

Al final, él me "aclaró" que me quiere. Y mucho.

Ok.

Antes me daba risa pensar que de verdad me quisiera y hoy sé que sí me quiere, me quiso.

Muy a su manera.

Manera que me destruía más de lo que construía. Y yo ya no tenía más motivos para hacerme idiota por estar con un hombre que, a pesar de que me gustaba muchísimo y a quien le tenía un cariño especial, nunca supo tratarme ni darme mi lugar. Rayos, ni siquiera de demostrarme un poco de respeto.

Ya no.


Fueron meses y meses -ni tanto, ya lo saben- y siento que viví toda una vida con él. Una eternidad.

No estoy molesta con él. No estoy molesta conmigo misma. Creo que viví lo que tenía que vivir y quiero sacarle provecho a eso.

Aprendí mucho de él. Aprendí mucho de mí misma. Y aprendí mucho de esto, de la vida, del amor, de las relaciones, de las personas y de los miedos.






El título de esta entrada es cómo querer a un abusivo y probablemente se estarán preguntando porqué no les di una guía exactamente de la temática propuesta.

Mi respuesta es: NUNCA QUIERAN A UN ABUSIVO. Punto.

Yo no me arrepiento, como dije, de esto, de él y de todo lo que pasó. No me avergüenzo y puedo hablar de esto -todavía no, porque me duele poquis aún-.

Pero mi punto es que si me preguntaran en volver a pasar por una situación similar, no lo haría. Nunca.

Y ni siquiera necesité violencia física para identificar cuando alguien abusa de mí. Aunque mi subconsicente no estaba tan perdido...

El primer paso para dañar a una persona, casi siempre inicia por el lado emocional, quizás no le habría costado mucho cruzar al lado físico. O quizás nunca me hubiera puesto un dedo encima, no lo sé. No me voy a quedar para averiguarlo.


En fin.



Pd:

Ahora entiendo el "prefiero vivir mil años sin ti, que una eternidad pasándola así".

Estoy de acuerdo con los dos cantautores de allá arriba.