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viernes, 19 de junio de 2015

El Profe Leo





Recuerdo con casi perfecta claridad ese 17 de junio.

Era martes, mis compañeros y yo iríamos al CRIT de Celaya (¿Sí era allá?) del Teletón y por la tarde ya no iríamos a la escuela. Estábamos todos muy emocionados.  Era martes en la mañana; recuerdo que estaba ahí el director y el coordinador en la escuela. Partimos en camión con mucha ilusión hacia nuestro destino.

La visita fue increíble. Nos metieron a muchos salones y salas, conocimos a mucha gente y vimos a muchos niños. Nos explicaban de una manera simple y concreta e incluso nos presentaron a un niño ejemplo. Todo estuvo muy cúl.

Entonces, antes de regresar a León, pasamos a la cafetería para desayunar. Yo estaba con mis compañeros, comiendo, cuando un alboroto sacudió a una mesa. De repente muchos compañeros estaban en la mesa, con nuestra acompañante (La pareja/novia/esposa del profe Efrén, quien fue el de la idea de llevarnos); en medio de la confusión, nos acercamos a la mesa para saber qué causaba tal perturbación.

No voy a olvidar la mirada en los rostros de mis compañeros.

Le habían llamado a nuestra acompañante.

El profe Leo había fallecido.





Y, así fue. De un momento a otro, el mundo se oscureció y casi sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos. Fue el camino de regreso a casa más largo de toda mi vida.

De un momento a otro, todo cambió. Estaba tan feliz, estaba tan agradecida con la vida, estaba tan ilusionada... y todo se había ido al caño, con una sola llamada. Un solo acontecimiento cambió todo.

Veía a mis amigas, y compañeros, todos asustados y confundidos. Anel incluso lloró un poco. Sol palideció y ni Diana ni Fany dijeron una sola palabra en todo el camino. Nadie dijo nada.

Yo estaba confundida, estaba triste, estaba sorprendida, pero más que nada, estaba enojada.




Enojada con todos y con todo.


Retrocederemos un poco en el tiempo, para dar a entender mis motivos:

Yo soy una persona, aunque fácil de sorprender, difícil de mantener esa atención y sorpresa. De muy poca gente tengo excelente concepto y de muy poca gente conservo una buena imagen. Así que cuando el profe Leo se presentó, en el segundo semestre, mi interés tan rápido estalló como se apagó.

Sin embargo, yo estaba equivocada. Con el paso del tiempo, pude darme cuenta del gran ser humano que era. De la gran cultura que poseía. Y bueno, siendo sapiosexual, ésa es una cualidad que yo aprecio mucho. De verdad, de entre tanta gente que había conocido a mis 18/19 años, el profe Leo entraba en la categoría de hombres más cultos e inteligentes que había conocido.

Sin ser mis sentimientos específicamente románticos hacia él, sí una admiración se encendió dentro de mí. Y no se apagó. Continuó así, cada martes y jueves que me daba clases. Era una verdadera delicia escucharlo hablar, porque poseía conocimientos en muchos campos. Era increíble. De verdad. Maravilloso.

Yo lo miraba y decía,: "¡Es que, ¿cómo es posible que a tan corta edad, sepa más que todos nosotros aquí?!"...  ¿Cómo era posible que me mantuviera cautivada por tanto tiempo?

Incluso, y sin tener intención de ser indiscreta, llegué a postularlo como maestro merecedor del premio que cada año se otorga. Quería que ganara. El profe Leo tenía que ganar...

Y luego sucedió esto.


Yo estaba muy triste, estaba muy confundida, y estaba muy enojada.


Una luz no se podía apagar así, de la pinche nada. Y si se apagaba, debía haber una explicación. Y si había una explicación, tenía que ser clara.

El profe Leo era joven, era talentoso y sumamente culto.

¿Por qué, precisamente, él?

¿POR QUÉ, HABIENDO TANTA GENTE EN EL MUNDO, TENÍA QUE SER ÉL?

Si había/hay tanta gente haciendo daño al mundo, si había/hay gente más grande que él, si había/hay gente que no sería extrañada ni necesitada (porque es verdad. Es cruel, pero es verdad).


¿Por qué él?


Anel y yo habíamos platicado, y decidimos ir al velorio que se ofrecería en una funeraria. Cuando vi a tanta gente que no reconoí, una chispa de esperanza se encendió en mi cabeza:

-"Tal vez se equivocaron. Tal vez se murió un hombre llamado Leonardo y no es el Leo que yo conozco"-

Pero comencé a ver compañeros de la escuela, a mestros, a directivos y todo se dio vuelco.

¿Qué mierda estaba haciendo yo ahí? Tenía ganas de tirarme al piso y quedarme ahí por tres siglos.

Anel decidió entrar a verlo en su féretro, según ella, para "mentalizarse" de que era él. Apenas dio tres pasos, asomó la cabeza, de inmediato regresó casi corriendo y me tomó del brazo, arrastrándome del lugar, Totalmente pálida, me murmuró:

-"No debí verlo. No debí verlo"-


Admito que tenía la curiosidad de ir a verlo. Quería ir, acercarme y darme cuenta de que no era él.

Pero, ¿Y si sí era? ¿Qué haría entonces?


Al día siguiente se ofreció una misa en su honor. Yo creo que más de la mitad de mis compañeros fueron. Tradicionalmente, para los funerales y cosas así, una se viste de negro. Pues yo no. Yo siempre voy de blanco.

Con gusto me di cuenta de que no era la única que iba de blanco. Fany llevaba blanco. Sol llevaba blanco.

Y a mitad de la misa, entendí todo.

La vida es una perra, injusta y cruel. La vida se va, como llega, de la pinche nada y sin avisar. La vida es efímera. La vida es eterna.

Y la vida es sólo una.

Para cuando tomé aire, noté que grandes lágrimas se resbalaban por toda mi cara. Fany estaba llorando, y Sol también. Diana estaba sentada en el piso, con la mirada perdida.

No quise volverme a ver a los demás. No quería escuchar los llantos que escuchaba a mi alrededor. No quería escuchar la música de mariachis que llevaban. No quería escuchar el patético consuelo que el sacerdote pudiera estar dando.

Si me desconcentraba, sería capaz de ponerme a gritar y estrellar la cabeza contra el piso.

Porque estaba confundida. Estaba herida. Estaba triste.

Y estaba muy enojada.


Pasó un año ya. Este miércoles pasado se cumplió el primer aniversario, y les prometo, no hay ni un solo día en que no me venga a la mente.

Con tantas cosas que han pasado, pienso: -"Qué diferentes serían las cosas si el profe Leo estuviera aquí"-

Quería pensar que el día de la premiación a los maestros, alguien diría algo. "En honor al profe Leo" o algo. Y no sucedió nada.
Quería pensar que el día del maestro, alguien diría algo.
Quería pensar que el día de su aniversario luctuoso, alguien haría algo.

Y nadie lo hizo.

El día de la premiación, hablando con Diana, le comenté mis dudas. Ella se rió y me respondió:

-Probablemente eres la única que se acuerda de él ahora-, haciendo alusión a que todos estaban tan metidos en la premiación que nadie diría nada.


Y los días pasaron, pasan y seguirán pasando.

Me pregunto si alguien, además de mí, de entre mis compañeros, pensará en él en algún momento del día.

Me pregunto si algún profesor compañero, se acordará de él y sonreirá con su recuerdo.

Me pregunto si alguien notó que ya quitaron el moño negro de su oficina.

Me pregunto tanto y no me respondo.


Sigo confundida. Sigo triste. Y sigo enojada.

Porque para ser sincera, no es lo único que me ha alterado.

Desde el 2012, las cosas han ido en picada. Uno tras uno de mis seres queridos han fallecido y yo no entiendo por qué.

O sea, sí sé que es un proceso natural y chalalá, pero no entiendo porqué ahora, porqué ellos, y porqué sin darme la oportunidad de despedirme.

Y el otro año, creo que ha sido el peor año de la existencia.

Operarían a mi madre el 8 de junio, pero el 7 falleció uno de mis tíos favoritos. Diez días después, fallecía el profe Leo y un par de semanas después, mi (última que vivía) abuela.

Y con tanto, yo no tenía tiempo de asimilar nada. Sigo sin hacerlo.

Me gustaría que me hubieran dado un mes para sanarme a mí misma. Creo que si desde el 2012 estoy triste, desde el otro año me la vivo más triste aún. Honestamente, no me he dado mi oportunidad de hacer luto, y si pudiera, creo que lloraría hasta quedarme seca. Es un agobio constante. Es un recuerdo insistente.



Entiendo que la muerte es algo natural. Si me han puesto atención, bromeo constantemente sobre eso. Intento no tomarme tan en serio la vida, porque sé que igual no saldré viva de ella. Intento no tomarme nada personal. Intento ser espiritual y aceptar nuestro inevitable destino. Intento recordar que nosotros no le pertenecemos a la tierra. Intento tener en mente que hay mejores lugares que aquí...

Pero, diablos, duele como la puta madre.

Tenía sólo 18 años. Tenía sólo 19 años. Tengo sólo 20 años.

Por Dios, obvio estoy agobiada y angustiada y triste.


Como dando mi conclusión, me gusta recordar ciertas cosas:
Como la vez que el profe Leo se burló de los Jonas Brothers porque vio mi hermosa agenda.

Como la vez que fue el ÚNICO profesor que se tomó la molestia de felicitarme y abrazarme por mi cumpleaños, que estaba celebrando en la escuela.

Como la vez que me inspiró a ser mejor, cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora.


Porque su cuerpo pudo haber perdido el calor, la sangre y los latidos. Pero su legado, su recuerdo y sus enseñanzas siguen vivas en cada uno de nosotros, sus alumnos. Sigue vivo en cada recuerdo y sueño de sus familiares. Vive en cada aspiración y alegría de sus amigos.

Porque el profe Leo, mi abuela María Esther, mi tía Silvia, mi tío Darío y mi artista Cory, viven en mí y en lo que yo hago, lo que soy, en lo que vivo.





Y, bueno, sigo sin entenderlo. Creo que jamás lo entenderé.

Pero les prometo que seré más alegre y seré más agradecida y quizás algún día deje de estar triste.


Por ahora, puedo decir:


Me ha dado mucho gusto coincidir en esta vida con usted, profe Leo. 


Gracias por tanto, y perdón por tan poco.



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